sábado, 30 de mayo de 2009

Música, maestro

Moscardón imaginario XI

Uno de los placeres de esta Tierra es tumbarse en la cama a leer en un atardecer de primavera u otoño con la ventana del dormitorio abierta de par en par y con la música llegando vigorosa desde el equipo de música del living. Hay un agrado profundo en ir alternando la atención entre el ojo y el oído. Me he estado formulando una pregunta: ¿cuál es la música más apropiada para consagrarse a la lectura? A priori, uno pensaría en Bach, Handel o Pachelbel. La música del Barroco fue compuesta, según he leído, como un telón de fondo, como una agradable compañía que endulzara pero no perturbase los banquetes o las reuniones de Estado de nobles, obispos o monarcas. Ellos discutían, negociaban, maquinaban, mientras un cuarteto de cuerdas interpretaba. Pero ya no. Yo pienso que cualquier acompañamiento sonoro es ideal para un buen libro. Uno puede deleitarse con las cartas que Seneca escribía a sus amigos imaginarios mientras corre AC/DC. Cuestión de gustos.

Pero se me ha ocurrido también que cada libro debe tener una canción que lo acompaña y lo potencia. De eso se trata esta delirante entrada. De proponer el juego al que me he entregado los últimos días con mi enamorada, música de profesión. Asignarle por proximidad o analogía una banda sonora a cada una de las novelas que nos han marcado. Un juego de correspondencias obvio en algunos casos, absolutamente arbitrario en otros. Pero sirve para pensar. A continuación, los resultados de una exótica reflexión sobre música y literatura:

1) Lovecats:
No recuerdo de dónde demonios lo saqué, pero una vez dije en una conversación, con la convicción de los ignorantes, que Haruki Murakami es el Robert Smith de la literatura. Ahora que lo pienso, también puede postularse lo contrario: The Cure (el primer The Cure, obviamente) es el Murakami del rock. Ambos tienen un estilo clarísimo, inconfundible, simple sólo en apariencia, con una gran potencia expresiva, con giros deliciosos. Ambos tienen la cualidad del encantador. Ambos aman a los gatos. Por eso concluyo que la lectura de Kafka en la orilla, donde los felinos juegan un papel importante, debe ser acompañada por Lovecats (www.deezer.com/#music/album/119571).
Debo confesar que en este asunto de Smith, tocó sólo de oído. Pero conozco un experto sobre la sublime banda británica. Acaso la mejor vivisección de The Cure se haya escrito a orillas de lago San Roque (http://criticacreacion.wordpress.com/2008/12/27/fit-reborn/). Temo que el colega Roberto Giaccaglia considere disparatada la comparación entre Murakami y Smith.

2) Zombie
El alma de Irlanda (resentida, católica, ultrajada, orgullosa) está encerrada en un magnífico libro que leí este año. Los cuentos completos de John McGahern (Adriana Hidalgo editora) demandan una melodía que exprese dolor en carne viva. Nunca me gustó U2, tampoco he explorado la música celta. Propongo a Zombie, la célebre creación de The Cranberries (http://www.youtube.com/watch?v=5CNMJSXSsFw). Las crudas guitarras y la voz lastimera de Dolores O’Riordan, con sus pistolas y sus bombas en tu cabeza, en tu cabeza, me provocan una sensación de injusticia similar a los escritos de McGahern. Como se recordará, el tema musical de 1993 evoca una matanza perpetrada por los británicos en la isla en 1916.

3) I love to hate you
El pasaje más conmovedor de ¿Dónde andará Dulce Veiga?, magnífica novela del brasileño Caio Fernando Abreu, es sin duda aquél donde el protagonista, un periodista fracasado, evoca su encuentro con Pedro. El muchacho no sólo le enseñó los goces físicos y espirituales de la homosexualidad, también le contagió el virus del sida. Pero el periodista lo ama y lo extraña. Creo que el mejor acompañamiento para esa herida del corazón y del cuerpo es Erasure, gran exponente de esa glamorosa corriente que por comodidad llamaremos ahora pop gay
. Y de su espumosa producción, proponemos un hermosísimo tema de 1991: I love to hate you (http://www.youtube.com/watch?v=7AY88BQZWos). Dice el vocalista Vince Clarke que amor y odio son una hermosa combinación. Y sintetiza en dos versos el espíritu de la disipación: “For every casanova that appears/My sense of hesitation disappears”. Abreu murió de sida en 1996. Por fortuna, las editoriales argentinas están acercándonos con cuentagotas su obra. Andy Bell, tecladista de Erasure capaz de tocar un sintetizador con dos dedos, anunció en 2004 que es seropositivo.

4) TV divina Führer - Me matan limón
Tengo para mí que en una o dos décadas a lo sumo los chicos estarán desmenuzando en las aulas o los claustros universitarios las letras de Carlos El Indio Solari. No me parece descabellado sostener que la poética de Los redonditos de ricota está a la altura de un Lamborghini, un Girondo, o un Carlos De La Púa. Solari ha forjado estrofas perfectas. Como ésta que despedaza a Michael Phillip Jagger:
“Ahora el tipo arropa como un bolchevique
Y con la soga al cuello va…
Un viejo limón le banca la parada
(¡el del “bisnes” ya no es él!).
La erudición de El Indio siempre me ha cautivado. Atesoro para mis argumentaciones de cristiano un verso que realza Motor psico, acaso el tema más dulce de toda la producción ricotera: “Mi Dios no juega a los dados, quizás esté a mi favor”. No sólo es una referencia a la famosa frase de Einstein, también es una inequívoca declaración de principios. Si el azar no rige mi destino y Jesús camina a mi lado, la plegaria tiene sentido. El no creyente puede, al menos, colegir que se trata de una ficción muy tranquilizadora.
La producción de Los Redondos está esmaltada con decenas de estas gemas. Pero vamos al punto. Creo que la mejor banda de sonido para Realidad de Sergio Bizzio es Divina TV Führer (http://www.youtube.com/watch?v=B7vj5qZ3wmw). He disfrutado en uno y otro artista el mismo espíritu satírico para despellejar el mundo de la televisión. Aplican ambos -copio al doctor Johnson- el mismo procedimiento artístico para censurar ingeniosamente la estupidez o la maldad. He aquí la letra de la canción:
“Me voy a ahogar!
¡Me voy a pique! ¡Glu-glu!
¡Me está por hundir mi fiel fantasma Bu-Buuu!
Si no me protege el empleado mayor
(que proyecta todo el tiempo mi televisor)
seré promovido para Navidad
¿Cómo no se nos ocurrió?
Voy a exagerar, mi fiebre no es tan alta
Esta es la peor cita (es una cita a ciegas)
¡Al planeta un bombazo le vamos a dar!
(Para que no nos moleste nunca más)
Seré promovido para Navidad
¿cómo no se nos ocurrió?
¿No vas a esperar que enfríen a tu amigo?
si ya conocés la forma novedosa
¡Divina TV Führer mi amor!
(donde quiera que vaya, Eveready estará...)
Seré promovido para Navidad
¿cómo no se nos ocurrió?”

Asimismo, Los Redondos podrían musicalizar una estupenda novela de la colombiana Laura Restrepo. Leopardo al sol reinventa bajo el sol del Caribe la guerra eterna entre Montescos y Capuletos. Narra la lucha demencial entre dos clanes del narcotráfico. Solari también ha escrito sobre la muerte de un famoso mafioso de las drogas. Me matan limón! -incluida a cuento de nada en el álbum conceptual Luzbelito- nos aproxima a la agonía de Pablo Escobar Gaviria en un tejado traicionero de Medellín (http://www.youtube.com/watch?v=gJ6Jpve1Re4). Limón era su guardaespaldas de confianza. “Nunca pudo llorar, ni soñar al dormir/pero sabe que las dos es tarde ya” (la hora en que lo acribillan a balazos).
Obsérvese la sofisticación de esta estrofa:
“Todo el bloque, Limón, / Nuestra gente, no,
baila y canta, mi Dios! / no quiere escuchar
cumbias y merengues crueles otra vez! “
Se construye con dos voces distintas (el Bloque era el grupo de elite creado por el gobierno colombiano para destruir los carteles de las drogas), dos microrrelatos paralelos: el Estado vs. la gente sencilla que ama a los enriquecidos con el crimen o bien no desea escuchar más cumbias y merengues crueles otra vez. Una exquisitez ricotera.

5) Las otras
Si detalló aquí cada una de las asignaciones que hemos encontrado, esta entrada sería absurdamente larga y tediosa. Menciono pues sólo tres más. A La chica que soñaba con la cerilla y el bidón de gasolina le corresponde Where do you sleep last night de Nirvana (pero el del MTV Unplugged, el mejor de la historia, quizás). La conjura de los necios viene con Neon Bible de Arcade fire (¡Hay una versión interpretada en un ascensor! http://www.youtube.com/watch?v=wjxef8AfVQg). Y El mejor mundo posible de la italiana Milena Agus debe ser servido con
Lo artesanal
, pieza despareja de Cristián El Pity Alvarez, otro poeta maldito.

PD: La banda sonora de este artículo es la siguiente:
http://www.youtube.com/watch?v=tt8d3Shlfrg



miércoles, 27 de mayo de 2009

El mejor mundo posible

Milena Agus
Edhasa. Novela de 125 páginas. Edición de 2009

¡Cómo han cambiado las cosas! Este libro postula que el hombre nuevo del siglo XXI es aquella persona que sabe distinguir la baratija de lo que en la vida es verdaderamente importante. Es la persona que se alza contra la depredación ambiental y la ordinariez, contra el amor al dinero y la maldad, contra la discriminación y la hipocresía. ¿Qué diría el Che Guevara de tal ideario? Seguramente, lo hubiera destripado pues repudia un flagelo que el revolucionario adoraba: la violencia.

El mejor mundo posible es un panfleto, disfrazado de delicioso diario infantil, con sensatas pinceladas filosóficas. Habla una niñita que vive en Cerdeña. Con su abuelo y la vecina Madama, una adorable mujerota, intentan salvar del cemento a un porción del paraíso terrenal, perfumado de sal y enebro. Su familia milita -a mucha honra- en la clase social de los nuevos pobres por culpa de las deudas de juego de un padre ausente. Empero, nadie pasa privaciones. Cada capítulo tiene un propósito edificante: se reivindica el anacronismo o la frugalidad o bien se destripa a los filisteos y a los frívolos. Hay una tía que estudia a Leibniz (de ahí el título), una madre enferma de pena y una hostería acogedora y artesanal, como las de antes. Son héroes los que se oponen al modelo familiar y encarnan la diversidad necesaria, porque el mundo se rige por el equilibrio. Si fuéramos todos iguales, el cosmos se desbarataría. La clave es la magia: la magia de saber vivir, de la sensualidad y el amor. La vida sin misterio -he aquí la moraleja- es un asunto desagradable.

Como el lector habrá adivinado se trata de un libro urdido con tópicos, pero debe advertirse que fueron bellamente expresados. Milena Agus -escritora nacida en Génova que vive en Cagliari- ha esculpido aquí una prosa delicada, elegante, tocada con una imaginación extraña. El estilo, una vez más, da alas a un libro, por lo demás, ideal para regalar a los jóvenes inquietos. Nunca nos cansaremos de repetirlo. Como escribió De Quincey, el estilo es la encarnación del espíritu.
Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

PD: Las últimas tres novelas italianas que he leído (por obligación profesional) han explorado el mismo asunto: la reivindicación de lo auténtico. Con sus manos y sus menos, Stefano Benni, Milena Angus y Sussana Tamaro llaman a descubrir la "verdadera vida" en contraposición al filesteísmo contemporáneo. Reacción lógica en sociedades opulentas y fatigadas. Me gustaría pedirle a las editoriales argentinas -ese filtro entre los escritores y nosotros- que se animen a traer otras cosas de la bella Italia.

sábado, 23 de mayo de 2009

Obras completas. Tomo I

H. P. Lovecraft
Diada. Cuentos, 509 páginas. Precio aproximado: 75 pesos. Edición: 2009.

Howard Phillips Lovecraft (Providence 1890-1937) halló en la Tierra no más que bajeza y vulgaridad. Se creyó un gentilhombre del siglo XVII. Como Arthur Machen, estaba convencido de que esa maldición de ganarse la vida es profundamente antinatural en el hombre. Malogró un matrimonio y durante gran parte de su vida no tuvo contacto con sus semejantes. Se asumió como un aturdido, frustrado, estéril, arruinado y, sin embargo, extrañamente satisfecho. Se refugió en otros mundos: el de las pesadillas y los miedos ancestrales. Poe lo inspiró. Fue una máquina de escribir. Publicó su propio periódico (un pasquín racista) y llegó a componer cien mil cartas, centenares de artículos periodísticos y decenas de cuentos que, por fortuna, las generaciones no se resignan a olvidar. Nos recuerdan que un pozo insondable de misterio sigue aún envolviendo al cosmos. Sus magnificas exageraciones nos advierten otras dos cosas. Primero, que hay secretos que no conviene develar. Segundo, que el mayor de los suplicios es lo inefable.

Este blog está feliz de transmitir una gran noticia. Un sello argentino ha reimpreso, por primera vez, las obras completas de Lovecraft. Son tres tomos repletos de excelencia en forma de relatos y ensayos. El primer volumen encierra un prólogo excelente de Edgardo Lois y treinta cuatro cuentos. Hay un sepulturero encerrado nueve horas en una cripta, el fantasma de una mansión impía, extraños seres primordiales y dioses arcaicos, adoradores del diablo, la traicionera y malvada estrella polar, vegetación malsana, rocas corrompidas, revelaciones infernales demasiado intensas y repentinas. Hay un pantano en Irlanda que no conviene que sea desecado.

Lovecraft no fue un gran estilista, es el típico caso en el que el todo es mejor que cada una de las partes. Pero fue el creador de un universo
personalísimo e irrepetible. Sus fantasías mórbidas, sus argumentos metafísicos, son sin lugar a dudas una de las cimas de la literatura universal. Imaginó, entre tantas maravillas, un libro raro sobre temas prohibidos que miles juran que es real. Su nombre es Necronomicon, obra del árabe loco Abdul Alharezred, cuyo audacia no le fue perdonada. Una criatura infernal -invisible durante el día- lo devoró ante la mirada aterrada de un pueblo.
Guillermo Belcore
Esta reseña se publica en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.

Calificación: Excelente (edición)

PD: Escribió Lovecraft: "desprecio cualquier clase de laboriosidad cuando el objeto no es la excelencia intrínseca". Yo también, amigos escritores.

PD II: Puedes encontrar tres cuentos de Lovecraft en http://casadeloscuentos.blogspot.com/search/label/H.P.%20Lovecraft



jueves, 21 de mayo de 2009

Una historia de la lectura

Alberto Manguel­
Emecé Ensayo sobre literatura, 373 páginas. Precio aproximado: 60 pesos. Edición 2005.

Desde una remota tarde en la Mesopotamia asiática, una secta sobrevive en la Tierra. Su reputación es ambigua, su actividad sigilosa sugiere una independencia impenetrable y una pasión egoísta. Manipulan un talismán interactivo, tan eterno como la rueda o la cuchara, que es capaz de vencer la geografía, el olvido y la muerte. Se los conoce como los lectores de libros. He aquí uno de sus manifiestos, el Philobiblion.

Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) forjó -acaso simulando ser Borges- esta suerte de enciclopedia amorosa hace más de una década. La fortuna lo besó en los labios. Circula en treinta idiomas; la elogiaron George Steiner, Doris Lessing, Héctor Bianciotti y Bernard Pivot. ¿Hace falta agregar algo más? La edición de 2005 incorpora un prólogo del autor, demasiado tremendista.

“No podemos hacer otra cosa que leer. Leer, casi tanto como respirar, es nuestra función primordial”, sentencia Manguel y a partir de esa evidencia traza -con erudición impresionante y estilo ameno- el derrotero de la palabra impresa desde la tablilla y el papiro hasta el hipertexto de la New Age. Opera a todo vapor la técnica de la complicidad. Este libro es para nosotros, los bookalcoholic. ¿Qué es en realidad leer? ¿Cuál es el mejor lugar para abandonarse al goce? ¿Cómo ordenar una biblioteca? ¿Qué castigo merece el ladrón de libros? La familia de lectores absortos incluye a los eminentes, como San Agustín, los dos Plinios, Kafka o Whitman, y a los cotidianos, siempre asediados con el estigma de ratón de biblioteca, sabio distraído, nerd o pelmazo. El volumen, bellamente ilustrado, rinde culto a la anécdota sugestiva.

Manguel formula una advertencia a una era bajo la influencia de la televisión y el acoso de lo nuevo: la tragedia se cierne sobre una civilización cuando pierde a sus lectores.
Guillermo Belcore­

Calificación: Muy bueno

PD: Tomo prestado una cita de Stevenson y le altero un solo verbo con la intención de labrar una sentencia que -descubro asombrado- ha estado orientando con rigor de acero mi existencia: “Nuestra misión en la vida no es triunfar sino seguir leyendo con entusiasmo y alegría”.

lunes, 18 de mayo de 2009

Cuaderno del ausente

Vicente Battista­
El Ateneo. Novela. 254 páginas. Edición 2009. Precio: 45 pesos.­
­
Dice Vicente Battista (Buenos Aires 1940) en la página doscientos veintidós que "la falta de suspenso es el mayor defecto de nuestra narrativa actual". Es posible. La delicada intriga de esta novela lleva en hombros al lector hasta la última página. Es un recurso agradable que permite soportar el exceso de sentimentalismo, la módica imaginación, los diálogos obvios, la falta de ambición para explotar hasta el hueso una figura legendaria. Justamente, la falta de ambición es otra tara argentina.­

Alguien podría definir la obra como policial. Carece, empero, de ese clima oscuro que caracteriza al género. La muerte aparece demasiado tarde. Quizás, sea más correcto catalogarla como thriller psicológico. Se centra en la evolución mental y espiritual del protagonista. Raúl Benavides es un periodista por encargo, a tanto la palabra. Es también un infeliz. Vive quejándose porque el amor de su vida no lo ha vuelto a llamar. Una agencia lo contrata para escribir un artículo liviano sobre el comisario Evaristo Meneses, un ``duro que le jodió la vida a los chorros mas pesados de su época''. Benavides llega a una ramera de ochenta años que lo esperaba: ansía sacar a la luz la verdadera historia del Pardo Meneses, cuya caída en desgracia en los sesenta es aún un misterio. Erika, gerenta de un prostíbulo como los de antes, promete al periodista entregarle el diario personal del comisario.­

La trama se urdió con ingeniosa ambigüedad. La prosa es límpida como agua de manantial. Fastidia un procedimiento repetido: hacerle hacer a Benavides lo que dos segundos atrás aseguró que no haría. Una pátina de suave nostalgia cubre el libro. Hay un delicioso aroma a tango. Ciertamente, el macho con el corazón roto y la chica descarriada que se enamora del galán probo son tópicos porteños.­
Guillermo Belcore­
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y la Capital de Mar del Plata el domingo pasado.

PS: Habrá notado el lector que no he calificado este libro. Es que la nota depende de cómo sea leído. Nunca me encontré ante semejante disyuntiva: el abordaje determina la apreciación global. Como thriller psicológico es una obra aceptable e, incluso, si le perdonamos su falta de ambición podríamos atribuirle un “bueno”. Como novela policial, empero, me decanto por un categórico “regular”. Battista no explota las sabrosas convenciones del género. ¡Y conste que sabe hacerlo! Hace dos años le leí una cautivante colección de cuentos policiales: La huella del crimen. Editorial Cántaro (2007).

sábado, 16 de mayo de 2009

Los objetos nos llaman

Juan José Millás
Seix Barral. Relatos breves, 245 páginas. Edición 2009

Juan José Millás
(Valencia, 1946) es, por alguna razón que se me escapa, el escritor español más mimado por la prensa argentina. La solapa nos informa que ha labrado catorce novelas. La última (El mundo) recibió el Premio Planeta 2007 y puede ser calificada como buena, siempre y cuando la mirada sea indulgente y el análisis no implique elevadas exigencias. También escribió cuatro libros de cuentos e infinidad de artículos periodísticos. Encarna la dudosa figura del intelectual mediático. La descripción en la Wikipedia de esta obra y su página en internet (www.losobjetosnosllaman.com) revelan que el autor gusta descaradamente de los trucos del marketing.


El volumen atesora decenas de relatos breves. La calidad es despareja. Seamos claros. No estamos ante la gran literatura. Millás escribe realmente bien, con una soltura admirable, pero ofrece, en este caso, el típico producto descafeínado de las revistas dominicales. Puede que sirven para amenizar las mañanas holgazanas, pero a la tarde ya se habrán olvidado.

Los procedimientos que explora el libro son la exageración, la mofa y el reencantamiento del mundo. En la primera parte, Millás evoca o inventa la infancia y los parientes. En la segunda, forja una galería de psicóticos, delirantes e inadaptados. Son una suerte de Woody Allen castizos, pero menos encantadores. Se narra mayormente en primera persona. Hay algunas parodias y disparates francamente divertidos como El secuestro o El discutidor, pero en líneas generales la escritura a duras penas levanta vuelo. Incluso, da la impresión que el autor es propenso a optar por el desenlace menos ingenioso. Se nota particularmente en Una vocación de clase media, en el se que imagina un escritor fracasado con un amigo invisible. ¡Qué lástima! Pudo haber sido un gran cuento fantástico.

Hay que reconocerle sí a Millás cierto talento para el epigrama. Trascribimos dos: “El sexo es el premio de los perdedores”. “La realidad es para los ricos una especie de perversión de fin de semana”.

Guillermo Belcore
Esta reseña se publica en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata el domingo 17 de mayo.

Calificación: Regular

martes, 12 de mayo de 2009

La mujer del mediodía

Julia Franck­
Tusquets. Novela, 432 páginas. Edición 2009.­
­
En 2007, la asociación de editores y libreros de Alemania llegó a la conclusión de que esta novela fue la mejor del año. Sin duda, méritos no le faltan. Es una obra ambiciosa e intensa que combina -graciosamente- el destino individual con las convulsiones de un pueblo. Los personajes no sólo sufren el peso abrumador de la Historia, también van encarnando filosofías de vida. Es inevitable, provienen de la tierra que engendró a Hegel y Kant.

Julia Franck (Berlin Este, 1970) ha sido calificada como la heredera de Günther Grass. El tiempo lo dirá. De la obra se infiere que es una buena narradora, con una prosa minuciosa y clara, aunque no bella. La novela bascula entre la tragedia y la farsa. Hay escenas con tremenda fuerza dramática. No se le ahorran al lector espantos ni inmundicias. Puede que por momentos se torne morosa, pero el argumento siempre resulta interesante.

El libro arranca con una salvajada: ocho semanas después de la rendición del hitlerismo, una mujer escarnecida abandona a su hijo de ocho años en una caótica estación de ferrocarril. Casi cuatrocientas páginas nos explicarán la razón. Seguiremos -a menudo conmovidos- la vida de Helene Wursich. La infancia en un pueblucho de Sajonia; los padres, ‚el maestro impresor, mutilado por la Primera Guerra Mundial; ella malévola, medio loca, de olvidada religión judía. La hermana, aficionada al lesbianismo, al incesto y a las drogas. Veremos la fuga de ambas chicas al Berlin alocado, decadente y empobrecido de entreguerras. Nos enternecerán los sinsabores de Helene. Perdió al amor de su vida y se casó -resistirse le supuso demasiado esfuerzo- con un ingeniero grandote y estúpido. Y como si fuese una tromba demoníaca, el nacionalsocialismo irrumpió en su vida y en la vida de su Patria. El silencio fue su armadura, bálsamo y maldición.­
Guillermo Belcore­
­Publicado en los suplementos de Cultura de los diarios La Prensa y La Capital de Mar del Plata, el domingo 10 de mayo.

Calificación: Bueno

lunes, 11 de mayo de 2009

¡Basta de antologías!

Moscardón imaginario X

Creo que el recurso de la antología de nuevos narradores está sobreexplotado. No es que no me resulte interesante descubrir las plumas que se están abriendo paso, lo que me irrita son los ardides del marketing disfrazados de manifiestos literarios. “El abuso ha traído el descrédito y la baratura de la mercancía“, como escribió Eduardo Wilde sobre otro asunto.

El año pasado, leí tres de los cuatro volúmenes que Diego Grillo Trubba editó con gran destreza para Mondadori. El cuarto le empecé y lo regalé enseguida. Me agradó sí la especialización temática (sexo, violencia, década del noventa, fútbol). Y me resultó muy útil como catálogo de la excelencia o miseria de lo que se ha bautizado como “Joven Guardia” argentina. Descubrí, por ejemplo, que la escritura de Lucía Puenzo está infestada de lugares comunes. También se me reveló que Felix Bruzzone es un artista muy talentoso. Sigo pensando que es el narrador más promisorio de la literatura argentina (creo que fui el primero en escribirlo). Aun me debo su primera novela, lo confieso, ¡ay!

Este año, La Prensa me dio dos antologías para comentar. Una me encantó (El futuro no es nuestro) por su calidad y variedad; la otra, no sólo me sumió en el sopor en sus tres cuartas partes (Ver la anterior entrada) sino que me irritó profundamente su pretensión de “refundar” la literatura vernácula. Creo que es patético el abismo que media entre las ambiciones que proclama La erótica del relato y el resultado final. No soy el único que piensa así. Acabo de leer una crítica magnífica y valiente, de aquéllas que brillan por su ausencia en los grandes medios y menudean en los blogs que aquí a la derecha sugerimos (http://www.lavoz.com.ar/suplementos/cultura/09/04/30/nota.asp?nota_id=512369).

Una circunstancia me ha dejado meditando. En las dos antologías escribe Oliverio Coelho. Parece dos personas distintas. Sun-Woo exhibe una prosa elegante y no desentonaría en cualquier colección de excelente narrativa erótica. El segundo caso está a años luz del primero. La presa es un ejemplo cabal del vano intento por crear un universo personalísimo mediante el bombardeo con elementos repulsivos. Es uno de los procedimientos más desagradables que conozco, tengo para mí que no se trata de originalidad sino más bien de una abdicación. Provocar el asco es confesar al mundo que no se tiene talento para otra cosa. Yo tengo el estómago delicado, estuve al borde de borrar a Coelho de mis lecturas, tal como hice con su homólogo brasileño. Pensándolo mejor, me decidí darle otra oportunidad. Alguien que satiriza de manera tan eficaz a los escritores de segunda línea (en Sun Woo) tiene bastante que darle a la literatura.

Cierro con una súplica a las editoriales: ¡Basta de antologías de la nueva literatura argentina! Necesitamos promocionar a los escritores de la sublime especie, como dicen en Brasil, “cu de ferro”. Aquellos que están dispuestos a orinar sangre durante años hasta forjar una gran novela.
Guillermo Belcore

domingo, 10 de mayo de 2009

La erótica del relato

Autores varios. Jimena y Matías Néspolo compiladores.­
Adriana Hidalgo. Colección de cuentos, 295 páginas. Edición 2009.­
­
He aquí otra antología de argentinos, más o menos ignotos. Los compiladores proclaman, sin sonrojarse, que se trata de una intervención para refundar lo literario. Abominan de Borges –¡cómo no!- y de las fastidiosas escrituras del yo, rescatan a Di Benedetto, y se proclaman vitalistas, un paraguas lo suficientemente generoso para cobijar a cualquiera. El volumen sirve, como de costumbre, para descubrir lo bien o lo muy mal que pueden escribir algunos compatriotas.

Una lectura minuciosa confirma que el prólogo no puede tomarse en serio como manifiesto literario. Empero, puede que como estrategia para figurar les sea provechosa. Patricio Pron acaba de confesar en la revista Quimera de Barcelona que lo único que lo une con el resto del elenco es “la convicción de que la penetración en el mercado literario resulta más simple cuando no se lleva a cabo de forma individual”. ¡Ah!, se trata de marketing.

Aclarado el punto, vayamos a la obra. Entre el prefacio y la contratapa pretenciosa hay un cortejo de pecados literarios: la demagogia con los personajes (Casiraghi), el exceso que limita con el mal gusto (Coelho), la insipidez (Levín), el moralismo (Heffes), la cursilería (Pron), el rencor (Manzano), la obviedad (Damiani), la monotonía (Hardmeir). Sin embargo, como sabían los antiguos, no hay libro tan malo que no incluya algo bueno. Muy seductores resultan el talento de Do Brito Barrote para la metáfora y la inteligencia de Murphy y Felds para introducir -con delicadeza- lo fantástico en lo cotidiano. Los cuentos de Jimena y Matías Néspolo tienen un agradable aire a Quiroga. Diego Vecchio es muy divertido. Pero, quizás, el mejor texto sea Enfermo Terminal. Ricardo Romero ha logrado la proeza de transformar una pesadilla en literatura. McLuhan sostenía que los artistas son las antenas de la especie. Las antenas de Romero, quizás, nos han revelado una de las variantes del infierno.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de los diarios La Prensa y La Capital de Mar del Plata el domingo 10 de mayo de 2009.
Calificación: Regular

sábado, 9 de mayo de 2009

Cuentos completos III

Mark Twain
Editorial Claridad. Cuentos. 171 páginas. Edición 2008

Su verdadero nombre era Samuel Langhorne Clemens. Nació en 1835 en Missouri y murio en 1910 en Nueva York. Su vida fue emocionante. Buscó oro pero lo más valioso que encontró fue material para sus obras. El mundo lo conoce como Mark Twain, una expresión usada en el delta del Mississippi para indicar el calado mínimo que exige una navegación sin contratiempos. Se lo recuerda por Huckleberry Finn y Tom Sayer, pero el libro que más apreciaba Twain fue su biografía de Juan de Arco. Escribió con un nervio y constancia asombrosos. Su popularidad fue increíble tanto en los Estados Unidos como en Europa. Vivió con holgura sus últimos días. Se ha sentenciado que el talento de Clemens consistía básicamente en la facilidad con que hacía reír a la gente, pues era un magnífico humorista. Borges festejó también su nihilismo, la continua elaboración de apotegmas cínicos y blasfemos, la vehemente negación del libre albedrío. Hemingway lo consideró el mejor narrador norteamericano de todos los tiempos.

Tengo una gran noticia. Por primera vez, un sello nacional imprime todos los cuentos de Mark Twain. Son cinco libros que merecen una lluvia de alabanzas. ¡Se trata de un clásico de la literatura universal que las generaciones no deben resignarse a perder! Además, los escritos siguen resultando muy divertidos. Mucho más que cualquier programa cómico de la televisión argentina.

En el tercer volumen, el lector encontrará un delicioso diario de Adán y Eva. El guía inexperto relata las peripecias de un yanqui chambón de vacaciones en Ginebra. Le siguen una serie de historia que confirman que, en un mundo en el que los errores más estúpidos pueden suelen ser considerados genialidades, lo mejor que le puede pasar a un ser humano es nacer con suerte.
El hombre que corrompió Hadleyburg justifica una opinión muy difundida: el humor corrosivo de Twain fue al fin del siglo XIX lo que Los Simpson son a nuestra época.
Guillermo Belcore

Calificación: Muy Bueno

martes, 5 de mayo de 2009

Corazón tan blanco

Javier Marías
Novela, 377 páginas. Alfaguara. Edición 2009. Precio aproximado: 70 pesos.

En el firmamento de las letras españolas brilla solitaria y magnífica la estrella de Javier Marías (Madrid 1951). La filología, la retórica, el pormenor sabroso, el comentario erudito, la digresión sterniana (Marías tradujo con gran éxito el Tristram Shandy de Lawrence Sterne) ornan sus páginas. Ha labrado alguna de las mejores novelas de nuestro tiempo, como ésta, que data de 1992. Su reimpresión es bienvenida. Corazón tan blanco es la obra ideal para descubrir a un autor imprescindible.

El libro obtiene su título de la escena II, acto II de Macbeth. Se lo ha leído como una autopsia sutil del matrimonio, esa “institución básicamente narrativa”. Marías, en efecto, coloca las relaciones conyugales bajo la mirada algo cínica pero siempre inteligente de un traductor casado con una colega, mucho más joven. Juan (¡conocemos su nombre recién en la página trescientos veintiséis!) medita mirando hacia atrás. Hace un año que contrajo enlace y siempre ha sentido un malestar, un presentimiento de desastre. Mucho tiene que ver su padre, un experto no del todo honrado del Museo del Prado, un galán con vehemencia y guasa, que sin embargo arrastra tremendos secretos. Justamente, la novela comienza con el suicidio de la tía de Juan (1). Los temas secundarios resultan igualmente atractivos. Se explora la tarea del intérprete (¡hay un escena con Felipe González y Margaret Thatcher!), los peritajes artísticos, la condición de la verdad, las citas a ciegas. Los cambios en la dirección narrativa son siempre magníficos.

El gran crítico Marcel Reich-Ranicki -responsable de que en Alemania se vendieran un millón de ejemplares de la obra- sostiene, con razón, que el verdadero protagonista es el lenguaje. No sólo porque menudean pasajes brillantes sobre la filosofía del habla, sino también porque hay un fluir hipnótico de las palabras, una textura minuciosa, que torna cautivantes las anécdotas más triviales. Estamos frente a un gran estilista, ante lo que llamamos “un clásico“. Javier Marías ha ingresado ya al Parnaso que habitan los Proust, los Henry James, los Stern.

Guillermo Belcore
Una versión más corta de esta reseña fue publicada en el suplemento de Cultura de La Prensa el domingo 3 de mayo de 2009.
Calificación: Excelente.

(1)
He aquí la primera frase del libro, un clásico contemporáneo:
"No he querido saber, pero he sabido que una de las niñas, cuando ya no era niña y no hacía mucho que había regresado de su viaje de bodas, entró en el cuarto de baño, se puso frente al espejo, se abrió la blusa, se quitó el sostén y se buscó el corazón con la punta de la pistola...»

PD:
Harold Bloom plantea que los grandes libros son aquellos que demandan una relectura. Nos urge encontrarlos (encontrarnos) de nuevo. La analogía erótica es evidente. Es el caso de esta novela. Un amor para toda la vida.

domingo, 3 de mayo de 2009

Decepción en la Feria del Libro

Moscardón imaginario IX

Fui este año a la Feria del Libro con dos propósitos: conseguir alguna literatura en portugués (idioma que estoy tratando de aprender) y descubrir el Santo Grial: es decir, una edición a mi alcance de la Historia Natural de Cayo Plinio Cecilio Segundo (El Viejo, para más señas ver la foto). Como soy un hombre candido, llevé también en el corazón la misma ilusión de siempre: sorprenderme, encontrar una ganga o un librazo cuya existencia desconocía o que circula por aquellos senderos que no suelo fatigar. Salí con las manos vacías y los pies deshechos.


La primera decepción fue en el stand del querido Brasil. Absolutamente pobretón, indigno de una país de vastísima cultura. ¿No le interesa a esta potencia en ciernes divulgar aquí su literatura? El espacio de Portugal era peor. Había obras de Saramago en su idioma materno, pero no estaban a la venta. Las trajeron de una biblioteca. ¿Para qué?, me pregunto fastidiado. La Fundación Camoes se limitó a promocionar las obras de Gonçalo Tavares que ha publicado el sello cordobés Letranómada (Ver en este blog).

Bien, me concentré entonces en Plinio. Lo encontré -como esperaba- sólo en Gredos. Primer tomo ciento cincuenta pesos; segundo tomo, doscientos cuarenta pesos; tercero, casi trescientos. Hui despavorido. No es que la obra no lo valga, mi bolsillo -en este año de salarios congelados- no puede darse esos lujos. Formulo una propuesta a los buenos editores argentinos: publiquen una edición abreviada y comentada de la Naturalis Historiae a un precio accesible y se ganarán mi gratitud eterna. Estoy seguro que el libro se venderá bien, aquí nos encargaremos de promocionarlo con bombos y platillos.


Hurgando por ahí, encontré en Andrés Bello una exquisitez: un librito bilingüe con poesía erótica veneciana del siglo XVI y XVII, muy sabroso y picante. A mi enamorada le encantó. ¿Cuándo estoy dispuesto a pagar por él?, pensé, como generalmente hago ante un libro que me interesa. La envié a María de los Angeles a consultar, pues me dio un poquito de vergüenza demostrar fascinación por la pornografía (aún hoy no puedo comprar preservativos en una farmacia). Una simpática vendedora le dijo a mi chica: “el precio es setenta pesos, pero si habla con aquél señor quizás le hagan un descuento“. Se me congeló la sonrisa. ¡Ah, depende de la cara del cliente! Si hay algo que me desagrada en este mundo (además de la cebolla y de los escritores que se entrometen en la trama) es esa infame práctica filistea conocida como el regateo. Me niego a hundirme en tal degradación. Un querido amigo me prometió ir a negociar el precio en mi nombre el último día de la Feria cuando los mercaderes están jugados y podridos de los tipejos como yo. Tercera decepción pues.

En otra editorial caribeña, hallé escondido en un estante a la altura de la rodilla una preciosidad. Obras selectas del gran Emir Rodríguez Monegal. Casi ciento cincuenta pesos, me dijo casi disculpándose un amabilísimo chico de la Biblioteca Ayacucho. Me explicó que es una edición nueva, pero las más viejas las saldaban a veinticinco o treinta pesos. Es decir, en 2010 o 2011, esa jugosa colección de críticas literarias estarán a un valor razonable. Puedo esperar, le dije.

Me quedé cavilando. El desmesurado precio de los libros extranjeros demuestra, pues, que el peso argentino sigue subvaluado, a pesar de las histéricas quejas de la Unión Industrial Argentina, entidad que por buenas y malas razones se esfuerza para que sus miembros ni siquiera compitan con los fabricantes de Zimbabwe. Así, como durante el menemato era irracional y suicida que los bienes extranjeros nos resultarán tan baratos, hoy son carísimos. Respeto a Aldo Ferrer, pero me parece una necedad el paradigma de “vivir con lo nuestro”. No todo puede fabricarse en nuestra Patria, no todos los libros que nos harán felices pueden ser editados en la Argentina. En fin, quizás algún día nuestros descendientes gozarán de una moneda equilibrada y estable. Hoy, la maldita mezcla de inflación doméstica y depreciación del poder de compra nos atormenta. Nos aparta cruelmente de los Plinio y los Rodríguez Monegal.

Guillermo Belcore

PD: Vi en la Feria el último grito de la estupidez. Chiquillas pertenecientes a la tribu de las chetitas uniformadas con un barbijo. Claro, todo el mundo sabe que los libros trasmiten la sobreactuada Gripe A. Es la necesidad de figurar, qué le vamos a hacer.

viernes, 1 de mayo de 2009

Indignación

Philip Roth
Mondadori. Novela, 167 páginas. Edición: 2009

Cuando morimos -conjeturó John Donne- Dios nos proporciona la capacidad de recuperar los momentos más gratos de nuestra vida para combinarlos a nuestro antojo hasta el fin de los tiempos (imagínese qué terrible sería un infierno a la inversa). Philip Roth plantea aquí algo parecido. La eternidad es rumiar una y otra vez sobre las nimiedades de la existencia. Del otro lado, quizás no hay nada que hacer salvo juzgarse a sí mismo y pensar en la vida pasada.

Quien medita sobre la terrible manera en que las elecciones más triviales, fortuitas e incluso cómicas obtienen el resultado más desproporcionado es Marcus Messner, muerto a los diecinueve años en una colina de Corea a golpes de bayoneta. El hijo de un carnicero kosher de Nueva Jersey. Una inadaptado, un neurótico con propensión al desastre y a la exageración histriónica que huye del hogar a fin de librarse de las irrazonables restricciones de su padre. Recala en una universidad mediana del Medio Oeste, bastión de rígidas convenciones y típicas hipocresías. Allí dilapida su oportunidad de ser feliz, acaso de llegar a viejo.


No es ésta novela corta, obviamente, la mejor obra de un eterno candidato al Nobel de Literatura. Pero hay mucho del talento de Roth circulando en las páginas. El estilo es claro y ameno, los caracteres son vívidos, la historia resulta muy entretenida, las ideas estimulan el intelecto. Por momentos la trama se torna jocosa, en otros frisa con el mal gusto. Pero bueno, así es la vida. Hay escenas memorables. La discusión de Marcus (un gran polemista y cabeza dura) con el decano Caudwell sobre las ideas de Bertrand Russell es, quizás, lo mejor del libro. Parece increíble, además, como Roth es capaz de delinear con tres o cuatros trazos un personaje que causa inquietud. Es un gran escritor, sin duda, y merece el Premio Nobel.

Guillermo Belcore
Esta reseña se publica en los Suplementos de Cultura de los diarios La Prensa y La Capital de Mar del Plata.
Calificación: Bueno

PD: La moraleja de esta cautivante novela es la siguiente: un ¡vete a la mierda! inorportuno y desubicado puede provocar consecuencias terribles. Estoy totalmente de acuerdo. Es lo que trato de inculcarle a mi hijo desde que sufre ese penoso estado existencial al que conocemos como "adolescencia". No generes situaciones de violencia, nunca enciendas una mecha, la prudencia debe guiar tu conducta. Tácheseme de miedoso, pero la realidad me dio la razón. Unos compañeros de mi muchacho se divertían tirándole huevos y otras cosas a los colectivos. Paró uno y se bajó un tipo malencarado con un cuchillo. Todavía les dura el susto a esos pajarones.