sábado, 30 de noviembre de 2013

Leopoldo Lugones

Jorge Luis Borges con Berta Guillermina Edelberg


Alianza. Edición 1998. Ensayo de Literatura, 99 páginas.


Tienen las redes sociales una utilidad que suele pasar inadvertida. Sirven también para mostrar la alcance, la variedad y la invulnerable persistencia de la estupidez humana, en su carácter de hija dilecta de la ignorancia. Un caso. Es frecuente leer comentaristas que sostienen que el Borges ensayista es una creatura deleznable. Un fulano, incluso, ha llegado a compararlo con Marcos Aguinis. Obviamente, esa persona confundida incurre en herejías porque nunca ha leído bien (también se puede leer mal) este enorme librito, al que nada cuesta postular como modelo de crítica estética (a vuelo de pájaro) de una vasta obra. Como introducción, como acicate de la curiosidad del lector, como principio de orientación es perfecto. Uno sale de aquí con el firme propósito de ponerse de una buena vez a explorar las páginas de Leopoldo Lugones (1878-1934), ese gran escritor argentino cuyos desvaríos políticos e ideológicos -¡ay!- han estragado su reputación artística. Nuestro Celine, acaso. Ambos, como propone Borges, tienen el derecho póstumo a que los juzguen por su obra más alta.

Parejo al placer que provoca cualquier escrito de Jorge Luis Borges corre el placer de descubrir o redescubrir los “altos e ilustres edificios verbales” de Lugones, el barroco o el modernista. Daré un solo ejemplo de su genio, un fragmento de La blanca soledad

“La luna cava un blanco abismo
De quietud, en cuya cuenca
Las cosas son cadáveres
Y las sombras viven como ideas.
Y uno se pasma de lo próxima
Que esta la muerte de la blancura aquella,
De lo bello que es el mundo
Poseído por la antigüedad de la luna llena
Y el ansia tristísimo de ser amado
En el corazón doloroso tiembla.”

Entre las cien maneras que ha encontrado la poesía para conmover se encuentra el hecho de que misteriosamente da forma material, con las mejores de combinaciones de palabras, a nuestras sensaciones más íntimas. Es decir, el poeta logra escribrir bellamente que lo nos sacude las entrañas y no alcanzamos a nombrar, por cobardía o incapacidad verbal. ¿Han estado solos una noche en un jardín, una playa, un campo a la luz de la luna llena? Caray, qué certero era Lugones.
Guillermo Belcore


Calificación: Excelente


PD: Inmediatamente después de leer este ensayo sali corriendo a comprar Historia de Sarmiento de Lugones.


PD II: Hace cuatro años, en este blog se recomendaba la lectura de una colección de cuentos de Lugones: http://labibliotecadeasterion.blogspot.com.ar/2009/07/las-fuerzas-extranas.html

3 comentarios:

Joaquín Bilbao dijo...

Tengo este librito esperando virgen en mi biblioteca. Sólo una pregunta: ¿se nota la colaboración de Edelberg en el texto? Me parece un elemento interesante para abordar la lectura.

Tec-Mario dijo...

Si alguien se encargo que Lugones fuera un personaja odioso para mi, fué el propio Lugones. En casa estaban: Lunario Sentimental y El romanCero. Para mi desgracia y la de mi gusto por la poesía, comence por el segundo. Ahora bién: el que me remacho el clavo fué Borges: “Lugones, poeta no indigno de recordar a Hugo, crítico más adicto a la intimidación que a la persuasión ha simplificado hasta lo monstruoso nuestros debates literarios. Ha postulado una diferencia moral entre el recurso de marcar las pausas con rimas, y el de omitir este artificio. Ha decretado luz a quienes ejercen ese artificio, sombra y perdición a los otros”. Yo que ya lo tenía entre ojos como padre de la hora de la espada y abuelo de la picana, le hice cruz y raya. ¡Y ahora me entero que alguien se aboca a Lugones...por Borges! ...¡Cosas veredes...!

Guiasterion dijo...

Querido Mario:

Sí, el Lugones personaje político es francamente detestable. Pero el Lugones de 'Sarmiento' (ensayo escrito a vuelo de pájaro en 1910) me resultó fascinante. Le leí este verano.
Yo creo que este señor tan polémico ha generado algunas páginas memorables, que deben despegarse de sus últimas preferencias ideológicas. Es el Celine argentino.

Gracias, por escribir, caballero.
G.B.