César Aira
Mondadori. Novela. 116 páginas. Edición 2012
Como el saltimbanqui que realiza la misma acrobacia una y otra vez para complacer a un público benevolente; o, peor aun, como el cantante melódico o progresista que viene interpretando desde hace tres décadas la única canción que lo encumbró, las nouvelles de César Aira se empecinan en usar una sola fórmula tan gastada como exitosa y emulada. El método puede resumirse así: el disparate rige con mano de hierro todo el conjunto. Es curioso que una de las mejores plumas del castellano (acaso la más atildada) haya renunciado tan olímpicamente a sorprender, una de las posibilidades más felices de la Alta Literatura.
En esta oportunidad, la prodigiosa imaginación recrea a un literato que, por supuesto, es él (Aira, como los surrealistas, tiene la compulsión de explicar sus trucos) y que ejerce como segundo oficio el de científico loco de comic: tiene el propósito de dominar el mundo mediante la clonación. Para ello, César aprovecha un congreso de literatura en Venezuela para clonar a Carlos Fuentes y así crear un ejército de intelectuales célebres. Pero hay un error en el proceso y gusanos gigantes de bello color azul casi destruyen la ciudad de Mérida.
Lo mejor y lo peor que puede decirse del libro, publicado por primera vez en 1999, es que se trata de una manufactura típica de Aira (y nada más). Contiene esa fascinación tan suya por las cosas diminutas y por las cosas monumentales. Hay filosofía al voleo y el trabajo de la escena es, como siempre, minucioso. Todo es una metáfora. La historia pega tremendos bandazos, lo que vincula el autor a "su vieja y querida hiperactividad cerebral". Se abusa de recurrir a lo inesperado como un deus ex machina. Se establece como principio estético que "sólo en el minimalismo se puede lograr la asimetría que es la flor del arte". Materia opinable. Uno se va de la obra con regusto a fruslería y con la fea sensación de que el procedimiento aireano ha dado lo mejor de sí en el pasado. El congreso de literatura se encuentra a años luz de La liebre.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Regular
PD: Hacer siempre lo mismo, repetir un procedimiento hasta el hartazgo -como un poseso o un alucinado- no me parece, honestamente, un síntoma de genialidad. Cansa. Después está el contenido, que es más o menos ingenioso, más o menos interesante. Me temo que el atractivo que me suscita Aira es fluctuante.
PD II: He leído alguna vez que Carlos Fuentes vaticinó que Aira será el primer argentino en ganar el premio Nobel. ¿Es esta novela una devolución de gentilezas?
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