Thomas Bender
Siglo Veintiuno. Ensayo de historia, 382 páginas. Edición 2011.
Que una historia sintética de Estados Unidos refiera a Juan Bautista Alberdi, Joaquín V. González y José Ingenieros, entre otros prohombres argentinos, denota un libro excepcional y, aclárese de entrada, en el mejor sentido de la palabra. El profesor Thomas Bender, de la Universidad de Nueva York, ha escrito un ensayo notable y esclarecedor, incluso para los lectores del cono sur. Al margen de sus intenciones políticas (promover un sentido más cosmopolita de lo que significa ser estadounidense), la idea rectora de que el espacio territorial de un país moderno no es contexto suficiente para una Historia nacional (un relato como cualquier otro) merece una lluvia de elogios tanto en el plano metodológico como en el de la ética.
Bender examina cinco acontecimientos o temas cruciales de la historia estadounidense y los conecta con los ocurrido en otras partes del mundo, la Argentina inclusive. Busca los aires de familia, pone el acento en las similitudes en lugar de las diferencias, describe los grandes movimientos tectónicos de los últimos cinco siglos: la Revolución Oceánica, la Guerra de los Doscientos Años (una lucha global entre Inglaterra y Francia por la hegemonía entre 1689 y 1815), la violenta construcción de los estados nacionales, la aparición de los estados-imperios, las respuestas globales a las calamidades del urbanismo y el industrialismo (respuestas que incluye a Mussolini, Lenin, Juan Perón y Franklin Delano Roosevelt). Por cierto, el autor postula que lo está ocurriendo hoy ante nuestros ojos es el fin de la era del industrialismo, que comenzó a mediados del siglo XIX, y el fin del liberalismo que respondió a dicha transformación estructural.
El enfoque del autor bien puede ser considerado de izquierda, aunque no hay aquí ni una pizca de reduccionismo marxista. Bender denuncia la expoliación del aborigen y de México, la esclavitud del africano, el saqueo del asiático, pero no proporciona las respuestas fáciles de la ideología. Reinvindica a Lincoln y se lamenta porque su país se convirtió en el siglo XX en una salvaje fuerza reaccionaria. Entiende al Imperio estadounidense “como un estilo de vida: que el mundo esté disponible para permitir (y sufrir) la pasión de Estados Unidos por el despliegue de rectitud moral y la búsqueda de ganancias”. Hace unos años, un embajador estadounidense en Buenos Aires preguntó a periodistas por qué en esta parte del mundo Washington era percibido como un poder hostil. El señor Anthony Wayne debería leer esta vibrante crítica al Destino Manifiesto.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Muy bueno
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