El lunes pasado me han encargado preparar en el diario donde trabajo la necrológica de Eric Hobsbawm, el más ameno, influyente y celebrado de los historiadores marxistas. Usé material de agencia, de archivo y de mi memoria personal. Transcribí tambien algunas opiniones que se vertieron en la prensa extranjera, inglesa sobre todo, acaso la mejor del mundo. Me gustaría someter a discusión con los amigos de este blog dos conclusiones a las que he arribado sobre un pensador fundamental aunque polémico y desagradable en su pertinaz reinvindicación de la Unión Soviética (ninguno de sus libros, vaya paradoja, fue publicado allí). A saber:
* La tetralogía La era de... es su obra cumbre. Todo lo demás que le he leído, aunque también hermosamente escrito, no está a la altura de los cuatro tomitos de la editorial Crítica que atesoro con especial devoción aunque las páginas ya están ajadas por el uso, e incluso se desprendieron algunas. Coincido con el dictum de Neill Ferguson, otro gran historiador: ``la tetralogía de Hobsbawm es un gran punto de partida para cualquier persona que desee estudiar la historia moderna''.
Pero aquí la idea clave es punto de partida (como puede ser Eduardo Galeano para un adolescente curioso, salvando las descomunal distancia entre el inglés por adopción y el uruguayo). Me parece un error, para el lector realmente interesado en la Historia con mayúsculas, tomar como única referencia una perspectiva acerada que considera al mundo moderno como un continuo tiempo-espacio de las luchas obreras contra el capitalismo y nada más que eso. Eso es política no ciencias sociales. La fe indestructible en el materialismo dialéctico de Karl Marx me parece que ha limitado al ilustre Hobsbawm. Nietzsche decía, con justísima razón, que una convicción profunda es una tenaza que te agarra del cuello y no te permite pensar. Leí en alguna parte que nuestro héroe flaco, desgarbado y de enormes gafas ridiculizaba la interpretación de los grandes acontecimientos como episodios únicos y fascinantes por derecho propio. La tachó de "enfoque de anticuarios y archivistas''. Lo siento, yo me considero en todo sentido más aristotélico que platónico. Y en todo caso estoy convencido de que ciertas tendencias profundas, como la demografía, son tanto o más importantes que la lucha de clases.
* Hobsbawm fue venerado, con justa razón, por su capacidad para captar los detalles, su extraordinario poder de síntesis y por la profundidad de su conocimiento, pero no puede dejar de señalarse que persistió en la defensa del comunismo totalitario ``mucho después de que dejara de estar de moda o, de hecho, de ser defendible''.
El The Daily Telegraph recordaba que Hobsbawm llegó a otorgarle a Stalin el mérito del milagro económico de posguerra en Occidente. El comunismo soviético -escribió- "había proporcionado a su antagonista el incentivo (el temor) para reformarse''. Más aun. Al haber aplicado rabiosamente la planificación económica estatal "inspiró algunos de los procedimientos para la evolución del capitalismo''. En una entrevista por televisión, Hobsbawm llegó a preguntarse si por esos logros "la pérdida de quince o veinte millones de vidas no podría justificarse''. ¡Qué canallada! Stalin (o Hitler) no puede justificarse de ninguna manera. ¿Es deseable la erudición sin valores?
Guillermo Belcore
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