martes, 9 de junio de 2015

Historia de Roca

Leopoldo Lugones

Ediciones Biblioteca Nacional. Ensayo de historia, 301 páginas. Edición 2012.


Poco tiempo antes de beber whisky con cianuro, Leopoldo Lugones había sido conchabado para escribir una apología de Julio Argentino Roca. Le vino bien esos pesos fuertes al gran poeta nacional, vivía casi en la pobreza, como nos anotició Ezequiel Martínez Estrada. La apología, empero, no fue concluida. El texto, que se había propuesto confinar al dos veces presidente de la Nación en el lecho de Procusto de las ideas descarriadas que el transfuga y confuso Lugones defendía por entonces, llegó hasta la Campaña del Desierto. La biografía está incompleta, pues. Le falta, incluso, una buena corrección; el peine fino, como se dice. Eso no significa que sea una idea loca reimprimirla. La lectura es placentera -rica en ideas incluso- de la primera a la última página. Un aplauso para la iniciativa de la Biblioteca Nacional.

El volumen, para mejor, viene profusamente comentado. En un concienzudo pero por momentos interminable estudio preliminar que incurre en el vicio de la citería (1), el profesor Juan Pablo Canala hace una suerte de deconstrucción política del “señor de todas las palabras y de todas las pompas de las palabras” (Borges dixit). Establece que HdeR iba a ser la obra política máxima de Lugones pero en la línea de un relato literario. Su maniobra era trasvestir a Roca en José Felix Uriburu, ese cretino protofacista que derrocó a Yrigoyen y estragó la democracia argentina, acaso por un siglo.

Vayamos a Lugones. La eficacia del texto consiste en su hermosura. Refulge por esa dialéctica beligerante aunque sabrosa que lo destacó siempre en el pelotón de escribidores comprometidos. La prédica infamante, una cuota adicional de agresividad, la concepción esencialista de la Patria, el dominio extraordinario de la lengua, la poesía aquí y allá son ingredientes destacados de una escritura que nos pasea por la invención decimonónica de la Argentina. Tremendas barbaridades se cometieron durante la guerra finisecular al indio, es verdad; pero Lugones nos ofrece razones que explican por qué la campaña de ocupación territorial de medio país era inevitable. Y señala con el dedo a los capitalistas del otro lado de la cordillera de los Andes. Mujeres, niños (además del ganado) que se secuestraban en Río Cuarto, por caso, terminaban como esclavos en haciendas chilenas.

Naturalmente, no se necesita compartir el ideario militarista de Lugones de 1938 (tuvo muchas identidades en su vida, algunas nobles, muchas resentidas) para disfrutar su prosa. Si discriminamos por extravíos ideológicos, uno debería renunciar definitivamente a Celine y Trotsky, a Platón y Cortazar. Sólo un imbécil -de los que nunca faltan- lo haría. No puedo dejar de admirar la fineza de algunas reflexiones lugoneanas: el gobierno es función aristocrática (Pagina 60); la impropiedad de la Constitución de 1853 (Pag. 197); el repudio al personalismo y al caudillo subtirano (una especialidad de la casa) que se apoya en “romanticismo inocente de los inexpertos y en la necedad egoísta de los logreros” (Pags 260 a 262).

Obsérvese este párrafo visionario y elitista que repudia a los Murdoch y a los Casalongue de todos los tiempos:

“Es propio de la civilización maquinal, o mejor dicho maquinista, que nos arrastra, el exceso de publicidad y la consiguiente importancia que atribuye a los detalles de rebusca, con presumible complacencia del tinterillo zurcidor. Viruta noticiera o secreto de trasalcoba, claro está que no he de reducirme a ese chismoso regodeo. Baste pues saber que Roca fue de genio vivo y de temperamento amoroso sin demasía; quedándolo quede esto pueda sobrar, a beneficio del supradicho buscón”.

Además del estupendo trabajo del prologuista Canala, la edición bibliotecaria añade apéndices valiosos como una conferencia perversa de Lugones que halagó los oídos castrenses, y las reseñas de HdeR de hace setenta años cuando los diarios no se habían contaminado con ese principio nefasto del progresismo cobarde que cree que todo libro debe ser elogiado independientemente de sus méritos. 
Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

PD: “Sensualismo de pulpería”, sentenció Lugones. A quién le cabe hoy en día la descalificación, me pregunto. ¿A Tinelli?

(1) Citería: abuso de la cita textual por razones tácticas, para gritarle al mundo que uno es un erudito o bien para ganar la buena voluntad del citado.

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