martes, 13 de febrero de 2018

Discovery, lo que salió mal.

"La primera temporada fue realmente sobre la guerra y cómo la guerra puso a prueba nuestros ideales como Flota Estelar. Fue mucho sobre el arco de la historia de Michael y su lugar en la Discovery. Fundamentalmente, se trataba realmente de reunir a esa tripulación como una familia. Si miras al equipo al principio, están muy separados y todavía no estaban conectados. No están seguros el uno del otro y su lugar en la nave. En el transcurso de la temporada, realmente se convierten en una familia” Alex Kurtzman, productor ejecutivo y cocreador


Hoy terminó la primera temporada de Discovery. Vamos a extrañarla. La rutina de los lunes comenzaba para miles de trekkies -como el que esto escribe- en ver el capítulo estreno antes o después de desayunar. Es una muy buena noticia que Netflix y CBS hayan decidido prolongar la mejor serie espacial de todos los tiempos después de más de una década de doloroso olvido (Enterprise se despidió en 2005). 

Crearon magníficas naves, uniformes atractivos, un capitán memorable, la especie de los kelpianos, un método biológico de transporte interestelar y una guerra contra el Imperio Klingon. No es poco. Pero al mismo tiempo eligieron guionistas de escaso talento: las tramas, los diálogos, la mayoría de la escenas de los quince capítulos son, en conjunto, flojos, a pesar de que se han invertido -según dicen- unos siete millones de dólares por episodio. El equipo dirigido por Akiva Goldsman, Aaron Harberts y Gretchen J. Berg ofende con giros argumentales realmente absurdos. La serie, por así decirlo, se pega un tiro en el pie. Va de más a menos, con un desenlace francamente pueril.

Muchos fanáticos arguyen que en realidad todas las primeras temporadas de la saga han sido flojas. Para mí no es verdad, con la excepción quizás de TNG. En la primera temporada de DS9 (la joya de la corona) hay capítulos sublimes como Dúo (los discursos filosóficos de Gul Darheel, el carnicero de Gallipet, son antológicos) y en la de Voyager se plantean cuestiones científicas de alto vuelo como la posibilidad de curvar el espacio o de que el efecto preceda a la causa. Esa excelencia dramática y esa incursión en los misterios del universo prácticamente están ausentes en Discovery, con la salvedad del radiante episodio 7 (La magia que vuelve loco al hombre cuerdo), donde el malvado Harry Mud sume a la tripulación en un bucle temporal que concluye en la destrucción de la nave.

No puede tomarse seriamente como indagación científica uno de los pilares de la primera temporada: el planteo descabellado de que el ingeniero jefe (que se autoinoculó ADN de un tardígrado colosal y sólo se volvió más divertido) puede hacer saltar de un punto al otro de la Galaxia a la Discovery gracias a la propulsión de esporas, prodigio del que nunca más se escuchara hablar en el futuro. 

En honor a la verdad, la teoría de que el cosmos está unido con una red de autopistas micóticas le ha facilitado muchísimo el trabajo a los guionistas perezosos. La nave podía aparecer donde a ellos le resultaba conveniente, incluso en un universo alternativo, uno de los recursos más trillados de la narración fantástica que en todas las entregas de Star Trek fue un asunto marginal, nunca el corazón de la temporada. El toque inverosímil ha sido demasiado frecuente en Discovery. Abundan las contradicciones. Las piezas encajan de una manera artificiosa, la narración no fluye

Al fin de cuentas, toda la trama se subordinó a la extraña parábola que dibuja la protagonista Michael Burham. De amotinada negadora de los principios de la Federación (los ataques preventivos están prohibidos) a amotinada para defender esos mismos principios (nunca el genocidio es la solución). Happy end con moraleja y redención.

Acerquemos la lupa:

1) Klingons irreconocibles: 
La serie fue ambientada en 2266, diez años antes de la serie original, del capitán Kirk y de Spock, primera decisión polémica (¿Por qué nadie se anima a la posguerra contra el Dominion, con tantas deliciosas posibilidades?). Esto limitó las líneas de acción, aunque los creadores de Discovery demostraron de inmediato que estaban dispuestos a respetar la tradición sólo cuando les convenía. La primera traición que nos han infligido es pulverizar la cultura klingon, tal como la conocíamos en los últimos treinta años, es decir una versión de lo hubiera sido la Tierra si los mongoles se convertían en la potencia dominante en el último milenio. A cambio nos trajeron una suerte de Nosferatus. Da nostalgia recordar a Worf, al general Martok, a los tres guerreros shakesperianos Kang, Koloth y Kor, a B’elanna Torres incluso, en contraposición con estos seres planos, sin matices, horripilantes. Aclaro que la diferencias son tanto estéticas como conceptuales.

Hay un juego de ideas, sin embargo, interesante en la guerra entre la Federación y el Imperio Klingon que se conecta con la situación internacional de 2017. La primera encarna los valores cosmopolitas, democracia liberal, globalización, legalidad, occidentalismo. En la otra trinchera, hay un demagogo obsesionado con la pureza étnica. T’Kuvma representa el particularismo, el American First, el aislamiento agresivo de los Maduro, Castro, Assad, el populismo de ‘vivir con lo nuestro’ de los Kirchner, la religión política como factor de unificación nacional de los ayatolas. Vale decir: la grieta terrestre fue trasportada al Cuadrante Alfa. 

Lamentablemente, la guerra va desdibujándose conforme se avanza en el conflicto en el Universo Espejo y los guionistas la resuelven, a las apuradas -de la manera más chapucera que uno pueda imaginarse- en los minutos postreros del episodio número quince. 

El final, camaradas trekkies, fue un golpe bajo. Siempre en Star Trek estuvo presente la tensión weberiana entre moral de los principios y moral de la responsabilidad, pero no recuerdo que nunca se hayan decantado por la primera con tamaña insensatez como en esta ocasión, cuando la destrucción de la Tierra era inminente.

2) El sacrificio de Lorca:
La primera mitad de Discovery redondea a un personaje inolvidable: el capitán Gabriel Lorca, belicoso, sin escrúpulos, eficaz. Hay dos precedentes en la Federación: los agentes de la Sección 31 y Edward Jellico, el azote de los cardasianos. Creo que todos nos sentimos un poco o muy decepcionados cuando nos enteramos que Lorca provenía del Universo Terrano y, ni hablar, cuando lo liquidan. Adiós al soplo de originalidad. Qué tontería. ¡Matar al mejor personaje de la serie, el único que atrapa nuestra imaginación! En nombre de qué: ¿la perspectiva de género?, ¿la corrección política? La heroína de la tira, se nos había advertido, sería la especialista Burnham (es ésta la serie del liderazgo femenino por excelencia). Soy de los que piensan, empero, que no dio la talla, sobre todo porque arrojaron por la escotilla uno de sus rasgos más interesantes: su formación vulcana.

3) Sin civilizaciones ni humor
Es notable como Discovery ha desdeñado dos elementos primordiales de la franquicia. El primero es la interacción constante con otras especies. Hemos conocido, con el correr de los años, civilizaciones fascinantes, con una impecable lógica interna. Aquí tenemos sólo klingons fallidos, un vulcano y medio, orions, andorianos y tellaritas de refilón. Y sí, la única creatura novedosa y por ello muy atractiva es el ungulado Sarú. Se trata, para mí, de otro lamentable déficit de invención. Es como si los productores eligieran siempre el camino más fácil, el menos exigente para la construcción de la historia. ¿Por eso Bryan Fuller dio un portazo, se distanció de los creativos de la CBS?

La segunda renuncia conspicua es al humor inteligente. ¿Dónde están los Data, los Quark, los Neelix de Discovery? ¿Recuerdan a Trip embarazado? Las únicas réplicas agudas que escuchamos son las del impostor Lorca. La ironía y el sarcasmo brillan por su ausencia. Es probable que no se trate de negligencia de los escritores, sino de un plan deliberado. Este ciclo de Star Trek, acaso, se haya diseñado para los televidentes menos exigentes, los que demandan poderosas imágenes visuales (que las tiene) mucha acción (peleas con artes marciales, sobre todo), sentimentalismo (los pucheritos de Ash Tyler son otro punto bajo) y escasa filosofía y poética. Algo así como el peor Star Wars

Ojalá Discovery levante en la segunda temporada. Tiene con qué. Un poco de erudición haría maravillas. Y traigan a los romulanos de una maldita vez, total el canon ya esta roto.

Guillermo Belcore

Calificación: Regular 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Guillermo, ha sido una reseña, donde has tocado lo principal y dónde ha fallado como Star Trek, quizás las ansias de ver algo nuevo, nublo las mentes y la lógica.... de los nuevos y/o jóvenes uno lo puede entender, pero los que han viajado por décadas con ella, de un momento a otro guardarse en el bolsillo todo lo conocido y dónde el Canon se a quebrado sin más y con el aplauso general es doloroso.
Otro trago amargo son los guionistas, son unos básicos, donde no sacuden médulas, sólo satisfacer lo básico que se quiere...
Todo ya está hecho, esperemos que sea más lógica y mas Star Trek... pero el Canon, podemos decir que esta RIP ✝