"Pasé por delante de esta hermosa colegiala que entraba en un edificio en construcción, y vi a un hombre que trabajaba allí mirarla con una intensidad amenazante. ... Lo que escribí fue: ¿Y si su padre lo viera?".Matthew Weiner
Ha prestado Matthew Weiner (Baltimore, 1965) un valioso servicio a la humanidad. Creó, produjo y dirigió Mad Men, uno de los mejores dramas televisivos de todos los tiempos. Dicen que David Chase, factótum de Los Soprano (otra serie sublime), quedó tan impresionado con el guión que ordenó de inmediato contratar a Weiner, quien a la sazón escribió la quinta y sexta temporada con las peripecias de la mafia neojerseíta.
Ha decidido Weiner saltar a la literatura. "Escribir este libro me ha cambiado la vida y ha supuesto hacer realidad un sueño de la infancia", escribió al final de la obra, justo antes de una larguísima perorata con los agradecimientos, una peste contemporánea de la que, al parecer, ningún autor principiante puede substraerse.
Ha publicado Weiner Absolutamente Heather, un cuento alargado (se puede leer de un tirón) con suspenso bien dosificado. Son 156 páginas (cuatro con agradecimientos) en la edición de Seix Barral, que podrían haber sido menos si los párrafos no hubieran estado separados con doble espacio en blanco. Como relato breve está bien, como novela corta es un fiasco, nunca puede quitarse de encima el tufillo, a cosa inacabada, a bosquejo; le falta carne, además de diálogos, detalles y ambición.
EL DIA Y LA NOCHE
Ha apelado Weiner al truco de las vidas paralelas. La historia une dos destinos que son como el día y la noche: Heather Breakstone y Robert Klasky. El lujo excesivo de Manhattan vs. las barriadas miserables de Nueva Jersey.
Heather es hija de un amor tan incondicional como asfixiante de padres primerizos y cuarentones; nada ha faltado en su hogar, excepto el sentido común. Sus papás, Mark y Karen, se casaron mayores y la relación se fue degradando conforme la atracción sexual se desdibuja, aparecen dificultades laborales y tribulaciones inmobiliarias, y el retoño se rebela. Nada del otro mundo, por cierto. Viven en un universo donde "la mayoría de las interacciones sociales son superficiales y jactanciosas por parte de todos los implicados".
Problemas de verdad son los que ha soportado Robert. Procede de algún orgasmo fugaz y sin compromiso: su madre considera que la heroína es lo mejor que le ha ocurrido en su vida. Su hogar fue un infierno y lo convirtió en un psicópata, capaz de reventar a golpes a un chica mexicana porque se niega a acostarse con él. Después de tres años en la cárcel (fue reclutado por los skinheads) llega al edificio de Heather como obrero de la construcción. Deseo a primera vista, el depredador acecha a su presa, pero Mark descubre sus miradas codiciosas (no se trata sólo de lujuria) y enloquece cavilando cómo proteger a su niña del Trabajador.
Ha recibido Weiner por su nouvelle alabanzas totalmente desaforadas, de personalidades como Michael Chabon y Nick Cave. Ya sabe usted que en el bastardeado negocio de la crítica literaria es afortunado el que tiene muchos amigos o conocidos que sospechan que alguna vez necesitarán pedirle un favor. En The Guardian, John Banville ha definido al libro "como una alegoría de la decadencia estadounidense" (¿qué decadencia, maestro?) y sugiere, incluso, leerlo dos veces (no seguiré el consejo).
Es verdad que la prosa merece elogios por su precisión, por sus relámpagos de lucidez en los retratos y por su legibilidad, pero no hay aquí lo que podría llamarse un estilo en juego. Absolutamente Heather es un cuento ingenioso con crítica convencional a las miserias contemporáneas, nada más que eso. No le cambiará la vida a nadie, ni siquiera a su autor. Le dará a todos los demás, no obstante, un agradable y poco exigente momento de lectura.
Guillermo Belcore
1 comentario:
Coincido en que vino flojito de papeles el debut de Matthew (sobre todo considerando la estructura de investigadores y amanuenses de la que debe disponer antes de siquiera abrir el documento nuevo en el Word).
Lo que me resultó llamativo son algunas coincidencias de esta novelita con una de Sergio Olguín (!) que se titula Oscura y monótona sangre. Vale la pena chequear.
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