Siglo veintiuno. Ensayo, 303 páginas
La ignorancia suele engendrar mayor confianza que el conocimiento
Charles Darwin
Vivimos en la confusión. Creemos que podemos hacer varias cosas a la vez con igual eficacia, que nuestros recuerdos son más detallados y persistentes de lo que realmente son, que las personas que nos inspiran confianza son las más competentes, que correlación es igual a causalidad y que nuestro cerebro tiene reservas de potencial muy fáciles de liberar (leyendo Coelho o a Bucay, por ejemplo). Este ensayo, ameno y riguroso, nos rescata del error. Induce a autoexaminar nuestra mente, ese músculo siempre atrofiado por seis ilusiones que nos asedian día tras día: las relacionadas con la atención, la memoria, la confianza, el conocimiento, la causa y el potencial. El libro -aclárese bien- no es manual de autoayuda; es un tratado científico basado en el experimento y la investigación que ofrece algunos consejos prácticos. Sirve pues para delimitar nuestra vasta ignorancia.
Christopher Chabris y Daniel Simons son expertos en psicología y profesores con cierto renombre. Uno de ellos probó que muchas personas que están hiperconcentradas mirando un partido de basquebol pueden pasar por alto la aparición de un gorila cruzando la cancha como si tal cosa (ceguera por falta de atención). El cerebro nos engaña permanentemente. Los sentidos también. Y los políticos y los filisteos se aprovechan de ello. La percepción defectuosa y la confianza desmesurada en sí mismo son causas frecuentes de catástrofes. El libro analiza cómo funciona la mente y desmenuza mitos peligrosísimos, como que conducir un automóvil y hablar por un telefóno manos libres al mismo tiempo es igual a riesgo cero.
Los catedráticos esgrimen datos duros y estudios de campo minuciosos. Los usan, como se dijo, para desbaratar mentiras comerciales. No es verdad que la música de Mozart nos haga más sabios, que la publicidad subliminal sea efectiva, y que la mayoría de los casos de éxito empresarial sean ejemplares. Somos cerebros con patas, pero estamos formateados para reaccionar de manera lenta, según el tiempo que regía en la era preindustrial. Dejar todo librado a la intuición, queridos amigos, es un comportamiento estúpido, por decir lo menos.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Bueno
PD: Una noche de viernes, entré con este ensayo a uno de mis parajes favoritos, el Bar Federal de San Telmo. Me espetó el encargado: "Uh, este libro debe ser buenísimo, Buenos Aires está lleno de gorilas ''. ¡Ay no -dije para mis adentros- la política de nuevo! Me vi obligado a explicar de que va en realidad la obra. El caballero no pareció muy feliz, quizás esperaba un gesto de complicidad. Yo huyo de las polémicas envenenadas de la política como de los acatarrados. Me he vuelto un cínico.
3 comentarios:
Con su permiso, habría que deshabilitar el desdeño hacia el apelativo: "Coelho"; nuestro Oliverio ya ha tenido la gentileza de depurarlo. Llamémoslo, por qué no: "el conejo con ínfulas de zorro".
Amigos.
Que malo hay en ser gorila. es la clave de la relevancia de la politica y cualquier otra cosa.
La falta de nuevos contrincantes y la falta de apetito x ellos, solo denuncia a seres inservibles.
No se debe permitir la duda y con ello provocar la respuesta o la excusa.
Un gorila muy orgulloso.
Ale
desde chile.
Señor Gorila, coma de los plátanos que le ofrecen sus congéneres, entonces. Aquí se lee...
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