Horacio Castellano Moya
Tusquets. Novela, 267 páginas.
Muchos ensayos juiciosos se han escrito sobre la llamada guerra sucia, pero pocos, seguramente, son tan penetrantes y esclarecedores como esta novela, ambientada en El Salvador, un paisito denso y caliente, devastado por una brutal contienda que concluyó en 1992 tras la desintegración de la Unión Soviética. El autor retrató de manera magistral los dos demonios que atormentaron a Latinoamérica en los setenta. Uno, dicen que bien intencionado (se sabe que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones), aunque pueril y amoral, que no duda en reclutar hasta la abuela para la idolatrada Revolución, convierte a un campus universitario en zona de guerra y conduce al matadero a personas inocentes. Su enemigo acérrimo es otra criatura de las Tinieblas, sádica e implacable, mucho más poderosa y perversa pues tiene de su lado el poder del Estado que, como también se sabe, es el mayor asesino de todas las épocas. La misión de este Lucifer es evitar el cambio social, para lo cual tortura, liquida, hace desaparecer a personas, sume a las familias en la peor angustia. Lo asesora la CIA o el Pentágono.
La obra cierra un ciclo creativo de uno de los más interesantes narradores del continente. Horacio Castellanos Moya (1957) nos coloca cara a cara frente al horror. La prosa es rápida, precisa, sin florituras. Va al grano; se trata de realismo sórdido. Los diálogos son vivaces, tipo ametralladora. El ritmo no da cuartel. Sólo puede reprochársele a la trama que abuse de las casualidades, lo que siempre delata un déficit de invención.
La sirvienta es la niña María Elena. Tiene una hija enfermera que termina cooperando, sin saberlo, con la represión militar, un nieto universitario que se ha enrolado en la guerrilla. Dramón familiar. El vástago de sus patrones (¡qué bien retratada está la relación de servidumbre!) fue secuestrado por una legión infernal de parapoliciales que integra, entre otros, El Vikingo, ex luchador profesional, con las tripas podridas por la úlcera. El Vikingo es un viejo pretendiente de María Elena; la mujer le suplica ayuda. El telón de fondo es la barbarie sin cuento, una guerra civil que nunca debió haber sucedido. Gobierna hoy El Salvador, justamente, el Frente Farabundo Marti para la Liberación Nacional, “los bochincheros” de entonces.
Guillermo Belcore
Calificación: Muy bueno
PD: Moya escribe con un castellano más dulce que el que forjamos los argentinos: Lloradera, culerada, desmadejado, la regañada, zarco, preguntadera, enfistolado, atarantada, cachucha (para la gorra, no para el órgano sexual femenino), matazón, pupusa, matacán, ruco, malandrín, molotera.
1 comentario:
Justo estoy buscando este libro de Horacio Castellanos, he leído buenas críticas. Leí El Asco y es muy bueno!
PD: Gracioso lo de el "castellano más dulce". Soy salvadoreño jeje.
Saludos.
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