Tusquets, 400 páginas, edición 2011. Precio aproximado: 95 pesos
"Es notable lo ligeramente que ha penetrado la civilización en este mundo. Ahí está la oscuridad aguardando para eliminarnos de nuevo”.
J.U.
Cuando a John Updike lo encontró la maldita muerte en 2009, el bardo de la clase media estadounidense se encontraba, a los setenta y cinco años de edad, en plena posesión de sus facultades artísticas. La prueba irrefutable es su última novela, divertida, profunda y encantadora como cualquier otra gema de su vasta producción.
Pasaron más de treinta años desde que Alexandra, Jane y Suzanne abandonaron a toda prisa y con la conciencia sucia el estado de Rhode Island. Tres almas condenadas de pésima reputación; con la habilidad de invocar en su beneficio a la Diosa Naturaleza que detesta la tiranía del patriarcado para, por ejemplo, encontrar un marido por medio de un conjuro o, incluso, asesinar a un rival por medio de un hechizo, aunque la brujería es simplemente un estadio de la vida como la menopausia. Después de enviudar y de un par de viajes por el extranjero, las ancianas malhechoras deciden veranear en el pintoresco balneario retro de Eastwick, donde tantas fechorías habían cometido. Mala idea. Las espera El vengador fofo.
Es muy fácil identificar a las brujas de Eastwick con la liberación sexual en general y con la femenina, en particular. La hechicería puede que simbolice cualquier realización personal que vaya contra la corriente o, mejor, la rebelión contra los agobios de la respetabilidad puritana. Porque de esto último se trata la novela final de Updike. Es otra potente y lúcida denuncia de los imperativos socales, la civilización del yo, la superficialidad del American way life (el macho estadounidense, “ese inculto consumidor de basuras“), todo servido con una prosa excelente (por lo clara) con malévolo sentido del humor y descarado ingenio. Los picotazos llegan al hueso. También la secuela es una reflexión sobre la ancianidad, un penetrante ensayo sobre la condición humana y un canto a la amistad. Casi nada, ¿no?
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del Diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: Admiro la destreza narrativa de Updike, otro de los grandes del siglo XX, para embutir una opinión en la trama sin que decaiga el interés, todo lo contrario, por ejemplo, de un J.P. Feinmann, por ejemplo.
PD II: Esta novela aplica uno de los trucos más gastados de las series norteamericanas, caso Los Soprano: les hace soportar a seres excepcionales todos los padecimientos de una vida burguesa común y corriente. No está mal el ardid.
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