domingo, 3 de febrero de 2013

Un Celine sobre el Paraná

Diario de un lector apasionado XVIII


Advertencia: esta entrada no está dirigida a todos. Es para Pablo Braun de Eterna Cadencia, para Salvador Cristofaro de Fiordo Editorial, para la buena gente de La Bestia Equilatera, Entropía, Beatriz Viterbo, Adriana Hidalgo, del FCE y también, por qué no, para los responsables de Mondadori, Tusquets, Emecé o Alfaguara. Para aquellos que hacen de la divulgación del arte su sustento y su sentido de vida. Hay una joya excepcional de la literatura argentina sumida en el triste olvido. Les suplico que la rescaten. El mundo debe saber que en este arrabal de la civilización también se han escrito novelas a la altura de un Faulkner o un Benet. ¿No será mucho, Belcore? Para nada. Hubo hace unos treinta y cinco años un Celine a orillas del Río Paraná.

Primero es lo primero. ¿Cómo llegue a Las Varonesas de Carlos Catania? Por recomendación de un amigo chileno (es una forma de decir). Leí en la página cincuenta y cuatro de Entre paréntesis de Roberto Bolaño:


 “... el narrador argentino Cataño, creo que ése es su nombre aunque no estoy seguro, autor de una novela notable y olvidada: Las Varonesas, editada en Seix Barral a finales de los setenta, se marcho a Costa Rica, en donde estuvo viviendo hasta el triunfo de la revolución sandinista, tras lo cual se fue a Managua… ¿Dónde está Cataño ahora? No tengo ni idea. Sólo leí de él una novela. Espero que siga escribiendo”.

Bolaño, un crítico tan sublime como fiable, aportó ese comentario a fines de los noventa, aunque le pifió con el nombre del autor. Me picó la curiosidad. Acudí a Mercado Libre y conseguí un ejemplar usado en el barrio de Belgrano a ¡cuarenta pesos! Ahora estoy leyendo en estado de fascinación una novela cuyo núcleo incandescente es, en la primera parte, el incesto y la nausea de existir. Y en la segunda, la guerra sucia de los setenta. En unos días, subiré la reseña. Créanme, la obra es excelente.

¿Cómo es posible que a nadie se la haya ocurrido reimprimir Las Varonesas? Los mecanismos de validación literarios en nuestro país, no me cansaré de decirlo, son deleznables, se sustentan en criterios que poco tienen que ver con la jerarquía estética. A veces pienso que se basan no sólo en el esnobismo sino también en la ignorancia. Ignoro si el señor Catania vive aún (nació en 1931). Hace un par de años el diario El Litoral (de allí tomé la foto) lo consultó sobre su amigo Sábato, que acababa de morir. Quizás intente buscarlo si supero esa perniciosa flojera que cada día se me agrava. Quiero decirle que Las Varonesas es una de las mejores novelas argentinas que he leído en mi vida. Quiero estrecharle la mano y darle las gracias. Este caballero se lo merece.

Guillermo Belcore

2 comentarios:

expreserge dijo...

Don Guillermo, hace tanto tiempo quería escribirle y desearle lo mejor. Coincidimos en gustos e intereses; hasta el momento ninguna de sus recomendaciones me ha defraudado, y muchas de ellas me han llevado a peleas conyugales y a uno que otro gasto escondido, tipo de veleidades que solo nos permitimos los verdaderos apasionados de la literatura. Disfruté mucho Contraluz, El intocable y reposan en mi lista de pendientes el libro de Von Rezzori y este que le ocupa, Entre paréntesis, de Bolaño. Escribió hace poco que a veces le faltaban las ganas y que era bueno que le recordaran lo importante que es para los que lo leemos y seguimos con mayor fidelidad que a los periódicos, de manera semanal y con la feliz expectativa de su próxima reseña. Le felicito por su capacidad de condensación y me permito, humildemente, recomendarle un libro que me trajeron de allá (soy de Panamá) bastante bello que narra aquel arte secreto de leer, La biblioteca ideal, de Matías Serra Bradford, de nuestros amigos de la Bestia. Me despido y lo abrazo y lo sigo leyendo, Don Guillermo. Su amigo y lector panameño, Sergio Bernales Crespo.

Guiasterion dijo...

Querido Sergio:

Muchas gracias por sus palabras. Son muy estimulantes. Yo necesito a menudo un empujón para seguir adelante. Me gratifica tener un amigo en el hermoso Panamá, que Dios mediante, algún día deberé conocer.

G.B.