Umberto Eco
Lumen. Recopilación de artículos y conferencias. 319 páginas
De todas las definiciones de humano (hombre o mujer, pero sobre todo hombre) una de las más rotundas es la de Umberto Eco:
“ser que necesita indefectiblemente de un enemigo“.
Al parecer no podemos pasarnos sin un enconado adversario. La figura del enemigo -sea el judío, la bruja, el inmigrante, el vecino, la explotación capitalista- no puede ser abolida por los procesos de civilización. Esa necesidad ancestral explica, obviamente, por qué hay guerras, un despilfarro organizado, una válvula de escape que encauza de la mejor manera todas las fuerzas turbulentas dándoles un estatus. La paz produce delincuencia juvenil e inestabilidad. ¿La ética es impotente ante esa demanda imperiosa de lo humano reptil? No. La instancia ética sobreviene no cuando fingimos que no existen enemigos, sino cuando se intenta entenderlos, ponernos en lugar del otro. Destruye los clichés que rodean a tu enemigo, sin negar ni borrar su alteridad, podría ser el primer mandamiento de una ciudadanía benevolente, comprensiva y con ley moral.
Tan espléndida reflexión -embellecida con casos traídos desde la literatura y el arte- la ha esbozado el profesor Eco en una conferencia que dictó en la Universidad de Bolonia en 2008. Es, además, la primera entrada en un libro que atesora quince textos de ocasión de uno de los filósofos fundamentales de nuestra época. Un libro necesario, pues.
El volumen incluye también una formidable reflexión sobre lo absoluto y lo relativo, la cual refuta, de manera convincente, tanto al papa emérito Ratzinger como a esos relativistas extremos que sostienen que no existen hechos sino interpretaciones. Nietzsche, nada menos, es llamado al estrado. Más adelante, con afán exasperado de notario, cataloga reliquias cristianas y demuestra que Tomas de Aquino difiere fundamentalmente del pensamiento católico contemporáneo sobre el amargo tema del aborto (¿existe un alma en el momento de la concepción?).
Se trate de la desmesura en la poética de Victor Hugo (lo sublime por exceso) o de nuestra fascinación por las islas, siempre resulta provechoso y placentero leer a Umberto Eco. Gourmet de la palabra con erudición clásica, sabrosa claridad de pensamiento y gusto por lo maravilloso, es uno de los escasos polígrafos cuya obra conviene agotar.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
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