miércoles, 27 de agosto de 2014

Crónica de la noche

Colm Tóibín

Emecé, 299 páginas. Novela, edición 1998.

La buena crítica literaria -al menos la que a mí me interesa- es aquella que persigue con rigor, tesón y amenidad la esencia estética irreductible de una obra; es decir, identifica los elementos que definen el valor artístico y que suscitan un impacto perdurable en el lector. Las apreciaciones pueden hacerse de manera improvisada o aplicando algunos parámetros objetivos. Italo Calvino estableció tres (1):

1) un diseño de la obra bien definido y calculado.
2) la evocación de imágenes nítidas, incisivas, memorables. Icástico, es el adjetivo.
3) un lenguaje lo más preciso como léxico y como expresión de los matices del pensamiento y la expresión.

Crónica de la noche cumple las tres condiciones. Su eficacia estética es formidable, por ende. Veamos. La arquitectura (punto 1) es perspicaz, se demora la presentación del núcleo incandescente del libro: una historia de amor homosexual. Las imágenes (punto 2) son poderosas: el debut sexual en un galpón del campo, un muchacho confesando a la madre chapada a la antigua su condición gay; la cacería de placeres en una sauna para hombres; un enfermo de sida en deprimente soledad internado en un hospital público. Finalmente, el virtuosismo del lenguaje corre parejo a las otras destrezas; es una prosa very british (Colm Tóibín, no obstante, nació en Irlanda), muy claro, directo, sin ornamento alguno, pero con una precisión pasmosa tanto en el vocablo como en el concepto. Obsérvese esta definición: 

“Amor, sentido tanto en el cuerpo como en la mente, es una calma extraña, una felicidad, la idea de que no se necesita nada más que eso, que alcanza para el resto de la vida".

Como si esto fuera poco, la novela -publicada por primera vez en 1996- tiene un interés adicional para los argentinos. ¡Transcurre en la Argentina! El telón de fondo, en efecto, es la era desdichada y turbulenta que va desde la dictadura militar hasta Carlos Menem, indagada, sin pasión alguna pero con extrema lucidez, por un escritor extranjero. El protagonista se llama Richard Garay, argentino de madre inglesa deaamorada que se gana la vida, con desgano, como profesor de inglés y traductor. Traba relación con un político y empresario peronista que tiene ambiciones presidenciales. Se conecta por su intermedio con un matrimonio estadounidense -agentes de la CIA- cuya misión es asegurar que la transición democrática en la Argentina se afiance pero de acuerdo a los intereses de Washington. La intromisión es descarada. La guerra sucia, Malvinas, la asqueante corrupción, el caudillismo riojano aparecen en el tapiz. “Todo es jactancia y retórica de alto vuelo y nada quiere decir nada”, apunta Garay-Toíbín. Algunas cosas, por desgracia, nunca cambian en la Argentina. 

La delicada alternancia entre historia individual y colectiva es otra de los agrados del libro. Pero básicamente, como se dijo, estamos ante una conmovedora historia de amor (clandestina, era otra época) entre Richard Garay y uno de los hijos del dirigente peronista. Y entre ellos intenta interponerse no sólo las convenciones sociales sino una de las enfermedades más terribles de nuestro tiempo. Puede definirse también a Crónica de la noche como una de las mejores novelas sobre el sida. La ubico entonces en el mismo anaquel que Antes de que anochezca de Reinaldo Arenas y Personas como yo de John Irving.
Guillermo Belcore

Calificación: Muy buena


PD: Quién dijo que las redes sociales son inútiles. Llegue a este libro por recomendación de un amigo del Twitter (@AiresyBenson). Por cierto, da ganas de agotar la obra de Toíbín, este irlandés tan elogiado.

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