El arte de la biografía se ha depravado, como tantas otras cosas en la posmodernidad. Se ha impregnado mucho de los escándalos de los medios de comunicación. En efecto, el género ha sido succionado hacia el chismorreo de mal gusto en un proceso francamente desolador. El reto es ahora desenmascarar, dejar las entrañas al descubierto. ¿Qué podemos perdonarle a los demás?, ese es el quid de la cuestión. El público adora ver a sus ídolos expuestos, con los pantalones caídos, con el culo al aire, incluso. La indiscreción es, entonces, la esencia de la biografía contemporánea. ¿Quién va a querer leer hoy el retrato de un santo varón?
Con estas ideas hirviendo en su cabeza, Harry Johnson, un chico prometedor, llega invitado a la mansión campestre de una vieja gloria de la literatura británica, algo venido a menos y con urgencias de dinero fresco para seguir manteniendo el fastuoso tren de vida de su exigente esposa italiana.
El literato consagrado se llama Mamoon Azam, nació en la India, y es un temible polemista con su sarcasmo, aires de superioridad, escrupulosidad e insistencia argumentativa. Contrató a Harry para que se instale en Prospects House y labre su biografía, pero el muchacho no tiene en mente un ditirambo sino un libro picante que lo catapulte a la fama. El conflicto está servido: búsqueda inescrupulosa de la verdad vs. reputación.
LA NUEVA CULTURA
Este es el argumento de La última palabra, la novela que acaba de publicar una las voces más originales y divertidas de la anglósfera: Hanif Kureishi (Londres, 1954), símbolo de la nueva cultura de Inglaterra forjada por inmigrantes y hombre de letras en el sentido más amplio del término pues ha fatigado también los senderos del relato breve, el guión cinematográfico y el ensayo, casi siempre con la aprobación del público y la crítica.
Se cree que Kureishi, de origen paquistaní, ha basado su último trabajo en una historia real. Resulta imposible no pensar que Mamoon Azam no es otro que el irascible V.S. Naipaul (Nobel de Literatura 2001), con la gélida severidad de su literatura. Un autor consagrado de las colonias, no sólo sin rencor hacia la metrópoli sino fascinado e identificándose con la cultura de los colonizadores. También Naipaul tuvo que lidiar con un biógrafo inexperto (un tal Patrick French) que se instaló en su casa para escudriñar la intimidad. Kureishi ha negado sistemáticamente la alusión, acaso para evitarse un pleito en la Justicia.
La novela es atractiva de la primera hasta la última página. Alguien ha dicho en Londres que es lo mejor que escribió Kureishi hasta ahora; otros críticos -como el que trabaja en The Daily Telegraph- la hicieron picadillo. Cuestión de gustos. Diremos aquí que además del duelo, la confrontación de mentes, el largo juego de manipulación y engaños en el que participan las cónyugues de ambos lados, la erótica de la obra radica en el manejo virtuoso de la sátira, en los diálogos sobre mujeres, sexo, identidad cultural y libros, y en los personajes secundarios caso el editor de Harry, un tal Rob, un alcohólico paranoide. O la evocada madre del biógrafo, "mujer que consideraba cualquier oportunidad sexual como la vanguardia de la liberación política, imbuida de esa idea sesentista de que la locura abre la puerta de la sabiduría". Tiene el libro, por cierto, un delicioso y ligero toque tan pornográfico como perverso.
Pertenece por otra parte, el talentoso Kureishi a una de las mejores estirpes de narradores, la de aquéllos que siempre tienen algo ingenioso que decir acerca de cuestiones trascendentes. Encadena aquí reflexiones lúcidas no sólo sobre el arte y la naturaleza de la biografía, sino también sobre la institución del matrimonio (resulta asombroso que a esta altura del partido aún haya algo valioso que aportar al respecto). Léase esta sentencia: "Uno se enamora y después descubre, mientras dura el matrimonio, que está a merced de la infancia del otro. Uno se da cuenta, por ejemplo, pasado algún tiempo de que en realidad está viviendo en el regazo de la madre de su esposa". Y ésta otra: "El matrimonio domestica el sexo pero libera el amor. Como solución a las necesidades humanas es inadecuado, pero como sucede con el capitalismo las alternativas son mucho peores".
El amante de las citas saldrá complacido, pues. Anotamos otros ejemplos de la sensatez del autor británico:
- * "La originalidad es el arte de robar las cosas adecuadas".
- * "El cuerpo de una mujer joven es el objeto más elocuente del mundo".
- * "La ropa da pábulo a la creatividad de una persona. El aspecto es siempre una decisión libre, como una pincelada en un lienzo".
Novelas como ésta -no nos cansaremos de decir- son indispensables hoy en día y no sólo como entretenimiento culto. Como advierte el propio Kureishi, "las mejores palabras y las buenas frases son importantes y su importancia va en aumento en un tiempo en que la pasión por la ignorancia ha alcanzado dimensiones de una religión".
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
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