POR GUILLERMO BELCORE
Se dice que después del 11-S, los servicios de inteligencia de Estados Unidos reclutaron a escritores de ciencia ficción (y de ficción a secas) para que los ayuden a anticipar el próximo zarpazo extremista. Es que nadie había sido capaz de proyectar, antes de 2001, el uso de aviones de pasajeros como misiles contra edificios emblemáticos de la civilización americana. Bueno sí, alguien muy influyente lo supuso. Siete años antes, Tom Clancy imaginó en la novela Deuda de Honor que un nacionalista japonés estrellaba un Boeing contra el Capitolio y descabezaba a Estados Unidos, pero nadie, al parecer, le prestó atención. Esas cosas sólo pasan en los libros, debe haber pensado la administración Clinton.
Debería ser uno de los hombres de consulta de la CIA el angloaustraliano Terry Hayes (Sussex 1951). En su primera y monumental novela, el periodista y guionista cinematográfico alerta al mundo de una nueve especie radical que se pulula en las miasmas del resentimiento islámico: un lobo solitario, que no cuenta con antecedentes delictivos ni conexiones y por lo tanto está fuera del radar de los cazadores de fanáticos, sintetiza una cepa genéticamente mejorada del virus más mortífero que ha conocido la humanidad. Y lo hace con información y materiales disponibles en Internet. Y se aprovecha de la transnacionalización del turbocapitalismo para desatar una hecatombe en Estados Unidos. Impresionante, ¿verdad?
Ha llegado a la Argentina un béstseller que el Primer Mundo devora con fruición. Soy Pilgrim (Salamandra, 862 páginas) es un alarde de ambición narrativa. Plantea la mayor cacería humana de la historia, nos lleva a Arabia Saudita, Afganistán, Siria, Turquía, Alemania, los agujeros infernales donde tortura la CIA, entre otros escenarios calientes. Es una pena que Hayes -reputado por escribir, entre otros, el guión de Mad Max II- no muestre, si no la misma, al menos una vigorosa ambición artística. Los vicios de la literatura de supermercado nos escupen en la cara.
En primer lugar, hay que destacar cierto déficit de invención de Hayes. Cuando el escritor apela a la sucesión de casualidades es porque su imaginación le ha fallado. En segundo término, están los enormes saltos que se ve obligado a dar nuestra incredulidad. Si usted acepta que un veterano árabe de la guerra en Afganistán, que estudió medicina en Beirut, es capaz de destilar en un garage miserable un arma biológica (con modificación genética inclusive) capaz de poner de rodillas a Estados Unidos usando información que circula libremente por la Web, entonces puede comprar esta novela. No es la única p¡ldora inverosímil que se nos pide que traguemos.
Soy Pilgrim plantea un duelo a muerte entre dos superhombres: el mejor agente de inteligencia que ha existido versus el Sarraceno, el terrorista más peligroso en la historia. Esa reducción cinematográfica (a Hollywood le encantan las antinomias y las historias que se condensan en una frase) es otra debilidad de la novela. La torpeza de los Estados involucrados no suenan muy creíbles.
BUENAS Y MALAS
El estilo merece tanto elogios como reprimendas. Hay cierto tono de novela negra que aparece de tanto en tanto y resulta muy atractivo. La voz del narrador es la de un tipo duro de pelar, Scott Murdoch, el superespía americano. Y es la perspectiva de un patriota derechista sin una pizca de corrección pol¡tica. Ese efecto es interesante, se oyen muchas verdades como la verdadera naturaleza dictatorial del régimen saudita. Pero Hayes es otra cosa, se entromete en la trama y cede a la tentación de explicarlo todo (puede que sea una exigencia del género) hasta el punto del grotesco. Si menciona a las Waffen-SS, por ejemplo, debe acotar en la misma frase: "uniformados de negro, eran el brazo armado del partido nazi''. Realmente abruman los tributos populistas a los lectores menos informados.
Hay tramos que chirrian como una máquina que ha perdido lubricante, por causa de la fragmentación de la trama en capitulitos sin ton ni son, la tendencia al melodrama, los diálogos sosos, la digresiones que enfr¡an la acción. En su mejor momento, Soy Pilgrim atrapa al punto que uno sin darse cuenta engulle más de cien páginas de un tirón; en el peor, dan ganas de arrojar el libro al canasto. El suspenso es lo que cuenta: más allá de los ripios formales, uno siempre quiere saber cómo diablos se las arreglará Murdoch para evitar el Holocausto blando de Estados Unidos.
Y esta el gran tema, por supuesto. Terry Hayes ha querido advertir a Occidente que deberá lidiar con nueva camada de fanáticos musulmanes, cultos e inteligentes, expertos en tecnolog¡a, profundamente reliogiosos, sin historial. "Comparados con ellos -advierte- los terroristas del 11-S parecen trogloditas, exactamente los matones y criminales comunes que eran''.
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Regular
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