martes, 16 de febrero de 2016

Ravelstein

Emecé. Novela, 252 páginas. Edición 2001.

El talento es una flor caprichosa. Se marchita antes de tiempo, como lo prueban las penurias de Dashiell Hammet o Juan Rulfo; o se mantiene lozano a pesar de que el cuerpo -esa máquina cruel- se va degradando. Saúl Bellow (1915-2005) escribió Ravelstein a los 84 años y algunos críticos la consideran su mejor novela. No me da la talla para confirmarlo. Agotar la obra del Premio Nobel de Literatura 1976 es una de mis asignaturas pendientes. Lo que sí se puede establecer es que es un libro fascinante de la primera a la última página, una peculiar biografía, muy bien escrita, copiosa en ideas, que redondea un canto a la amistad masculina. Muy recomendable, pues.     

Recrea Bellow su intimidad espiritual con el filósofo político Allan Bloom (1930-1992), uno de los pensadores más influyentes de los ochenta. Los nombres de las personalidades reales han sido modificados. Bloom se llama Abe Ravelstein. Antes de morir le encarga al alter ego del literato que escriba un ensayo biográfico sobre su fecunda vida, pero sin distraerse con aquellas furibundas denuncias que incendiaron el sistema universitario de Estados Unidos. Debe ser escrito en el estilo de las reminiscencias después de la cena, cuando uno ha tomado unas copas de vino, está relajado y hace toda clase de comentarios. Debe mostrar los atributos del alma. Lo logró. El libro, de hecho, sólo se detiene en las ideas de Bloom sobre el judaísmo y sobre el amor, rescatadas de la Antigua Grecia (la mítica y generalmente infructuosa búsqueda de la mitad perdida).

Uno de las finalidades del libro entonces es revelarle al mundo el verdadero Bloom/Ravelstein, uno de los emblemas de la derecha estadounidense que murió joven por el maldito sida. Discípulo del famoso hegeliano Alexander Kojeve y del rey-filósofo derechista Leo Strauss, este erudito de poderosa calva no se propuso ser, empero, un ideólogo conservador (nunca idolatró el libre mercado), sino un excéntrico heraldo de la Ilustración que repudió, lo evidente: el empobrecimiento intelectual de las universidades. Lo vemos todos los días en la ciudad de Buenos Aires. Estudiantes sin sabiduría ni valores salen al ruedo como el potro entre la hacienda. El relativismo cultural -como pensamiento único- cierra las mentes, denunció en  The Closing of the American Mind (1987), el libro que lo hizo famoso e inmensamente rico (se vendieron sólo en Estados Unidos un millón de ejemplares) y enfureció a los académicos. El antídoto a la decadencia es volver a los textos clásicos. Todos los burros se unieron en su contra.

El Bloom/Ravelstein de Bellow era un maestro por encima de todo, un académico de filosofía política y educador genial, a la cabeza de una escuela de pensamiento. Esto representa a varios centenares de personas en Estados Unidos y Europa, funcionarios y periodistas muy influyentes. Creó una suerte de comunidad cerrada (ya volveremos sobre el tema). "Era posible que las opiniones de R. llegaran a incorporarse a decisiones políticas pero lo importante es que el seguía a cargo de la continua educación política de sus ex alumnos", se destaca. En un plano más pedestre, vemos a un hombre muy complejo. Un alto petimetre, un aristócrata víctima de su necesidad de objetos hermosos, un epicúreo gay cuyas apetencias sexuales lo condujeron a una muerte abyecta.

Hay un aspecto notable de la biografía. Si bien llega al alma del retratado, no siempre Bloom/Ravelstein es el protagonista. Surgen reflexiones sensatas y profundas. En la página 26, por ejemplo, se debate sobre la prosperidad de las democracias occidentales: "Con su alivio de la lucha por la supervivencia, hace ingenua a la gente. Dio rienda suelta a su pensamiento mágico". Aparecen personajes cautivantes (siempre con otro nombre) como Mircea Eliade o la segunda esposa del autor, Vera Bellow. Una insidiosa intoxicación en el Caribe ocupa las últimas treinta páginas.

GUERRA EN EL GOLFO


Este blog comparte básicamente -aunque tergiversado- el dictum derrideano: "No existe nada fuera del texto". Pero aquí debe hacerse una salvedad. Leer a Ravelstein en 2016 ofrece la posibilidad de reflexionar sobre los daños que han generado a la humanidad algunos de los soldados de la falange bloomiana. El que más alto ascendió (Bellow lo había anticipado) es nada menos que Paul Wolfowitz, número dos del Pentágono durante la presidencia de George W. Bush y luego presidente del Banco Mundial, un hombre clave en la II Guerra del Golfo. En la novela se lo llama Philip Gorman. No fue, por cierto, el único influyente del primer gobierno de Estados Unidos del siglo XXI que fue instruido por Ravelstein/Bloom cuando era un estudiante brillante y prometedor.

¿La metafísica platónica condujo a la destrucción de Irak y al actual desorden sangriento de Medio Oriente? Suena absurdo postularlo, pero uno se siente tentado a concluir que si las ideas tienen la misma fuerza que, digamos, los intereses económicos o los movimientos sociales un largo hilo de acontecimientos siniestros uniría a un catedrático que sostenía la existencia de elementos esotéricos en los textos clásicos de la Universidad de Chicago con el Estado Islámico. Maquiavelistas despiadados y sin principios -conocidos como los neocom- intentaron modelar medio mundo, hasta que fueron barridos de la Historia por la peor crisis económica en ocho décadas, colpaso que ellos mismos incubaron. El tema de los 'ravelsteinianos' nos conduce a meditar sobre el peligro que entrañan los 'iluminados'. Las obsesiones ('ideales' o 'convicciones' según los hipócritas progresistas), la escasez de dudas, el espíritu de secta hacen sentir a estos semejantes por encima de la verdad y de la decencia más elemental.

Guillermo Belcore 

Calificación: Muy bueno

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