Ficha técnica:
Dirección: José Padilha (piloto), Felipe Prado (2 episodios), Marco Prado (3 episodios) e Daniel Rezende (2 episodios)Guión: Elena SoárezElenco: Selton Mello, Caroline Abras, Enrique Díaz, Lee Taylor, Jonathan Haagensen e Otto Jr.Nacionalidad y lanzamiento: Brasil, 23 de marzo de 2018 en Netflix (mundial)
Después de atizar a las aerolíneas de bajo costo y a los créditos UVA, el kirchnerismo recalcitrante ha encontrado un nuevo enemigo: Netflix. La muchachada militante está indignada (como sus primos populistas de Brasil) con la presentación de una miniserie esclarecedora, proveniente del país vecino, que desnuda el mayor robo de dinero público que ha sufrido América latina durante este siglo. Es decir, se han enfurecido porque O mecanismo detalla en los ocho capítulos de la primera temporada la complicidad de Lula y Dilma con el Petrolao.
La tesis -inobjetable- de la tira es que la corrupción no tiene ideología y que los políticos nac & pop, que supuestamente iban gobernar de manera distinta, no son éticamente mejores que los de la derecha pura y dura. Esa insoportable superioridad moral con la que gusta pavonearse el progresismo es un fraude (como la fortuna de Lázaro Báez).
En líneas generales, la miniserie se apega pues a la verdad histórica; las diferencias -una frase que en realidad Lula no dijo, por ejemplo- se encuentran sólo en los detalles. La libertad creativa se expresa en uno o dos anacronismos, en algún caracter magnificado, se incorporan los consabidos desahogos sentimentales, y se modifican ligeramente los nombres. Por ejemplo, Dilma Rousseff es Janete Ruscov y el intrigante Michel Temer se llama Samuel Thames. Todos los personajes significativos de la pantalla tienen su correlato en la política de Brasil de los últimos diez años.
O mecanismo es una creación del talentoso cineasta Sergio Padilla (Narcos y Tropas de elite). Las actuaciones son soberbias y no se escatimaron gastos para la factura de un producto de alta calidad. Para quien esto escribe, la realidad narrada es siempre más interesante que la fantasía. Seguimos paso a paso el proceso policial y jurídico conocido como Lava Jato que -para bien de toda América latina- concluyó en el encarcelamiento de peces gordos de la política (tanto de la derecha como de la izquierda) y de los negocios. El suspenso lo aportan las maniobras de los canallas para librarse del castigo. La tensión nunca decae. Concluye la primera temporada, con los sucios esfuerzos para asegurarse la impunidad de Marcelo Odebrecht, el titular de la mayor constructora del cono sur, hoy un verdadero emblema de la podredumbre latinoamericana.
El thriller político, que ha sido comparado con The Wire, establece:
* Durante los mandatos de Lula y Dilma, Petrobras se convirtió en la caja de financiación de los grandes partidos de Brasil. El PT y el PMDB (su principal aliado durante diez años) controlaban direcciones estratégicas de la petrolera estatal que recibían, en carácter de soborno encubierto, el 1% de los grandes contratos con empresas privadas.
* El mecanismo es un circulo vicioso: los gobernantes electos por el pueblo designan a los directores de Petrobras que a su vez amañan los contratos con los colosos de la construcción en Brasil. Los empresas resignan parte de ese dinero mal habido, que termina en las arcas de los partidos políticos.
* Intermediarios, cambistas, entregaron a los dirigentes políticos enormes maletas repletas de dinero.
* El circulo vicioso se reproduce en corruptelas domésticas, de bajo monto. Es un cáncer que hizo metástasis. Y los que luchan contra él cáncer, no salen indemnes.
* Lula recibió un triplex de una de las constructoras favorecidas con contratos inflados.
* El líder de la oposición derechista, Aecio Neves es, incluso, más enviciado que los gerifaltes del PT. Junto al vicepresidente Temer maquinó la destitución de Dilma, con el apoyo decisivo de la prensa.
* La política en Brasil es una guerra de pandillas. Cuando algo se mueve es porque a una de las facciones le conviene.
* La fuerza motriz del Lava Jato fue un puñado de policías honrados, dos fiscales ambiciosos y el valiente (aunque algo presuntuoso) juez Sergio Moro que desde una capital de provincias (Curitiba) cambiaron -para bien- nuestra historia.
A ver, gente, si logramos dimensionar la audacia: un magistrado probo de la remota Maringá puso de rodillas a los malandras más poderosos de Brasilia, San Pablo y Río de Janeiro. Moro es el verdadero héroe de este lío.
Guillermo Belcore
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