Lukas Bärfuss
Adriana Hidalgo Editora, 158 páginas.
Observada desde este empobrecido rincón de Occidente, Suiza brilla como un edén. Seria, ordenada, previsible, la nación alpina funciona con la eficacia -justamente- de un reloj suizo o del revés de Roger Federer. No obstante, un libro viene a advertirnos que debajo del pacífico y laborioso cromado no habría otra cosa que hielo y aburrimiento. Escuchemos a uno de sus hijos eminentes, el escritor Lukas Bärfuss (Thun 1971):
“…Si se trazara la curva de la vida un habitante típico como una línea que uniera nacimiento y muerte, el resultado sería una línea llana, sin elevaciones ni hondonadas, un pausado, continuo bregar hacia el propio final, interrumpido aquí y allá por algunas anomalías, temblores por enfermedad o divorcio. Rara vez avanza hacia su fin aquí una existencia después de los cuarenta de otra forma más que apagándose paulatinamente, lo cual quizás sea la expresión equivocada ya que presupone que allí antes ardió un fuego. En la llama de la pasión son pocos los que arden. Más bien es como si un globo medianamente inflado se fuera desinflando lentamente…”
Decía Chesterton que “todo aquel que no deja que se le ablande el corazón, tendrá que sufrir que se le reblandezca el cerebro”. He aquí un caso. Un bien día, Phillip, ciudadano suizo, decide consumirse en una pasión estúpida. La contemplación de unos zapatos chatitos color azul ciruela hace que se ponga en movimiento en dirección a la locura. Con el furor de un barrabrava o de un inquisidor comienza a perseguir a una muchacha joven y quizás hermosa por las calles, un acto que si en la Argentina es más común que el soborno, en Suiza resulta tan raro como un alarido dentro de una Iglesia. Lo irracional irrumpe en el paraíso helvético, ese es el tema de la novela más reciente de Bärfuss, que Adriana Hidalgo Editora -un sello especializado en delicatessen- acaba de traer a la Argentina.
En Halcón, un narrador atribulado relata las treinta y seis horas de un desarrollador inmobiliario, de cuarenta y tantos años, que se mete en dificultades hasta hundirse en la degradación. No se sabe bien porqué; ataque de hastío es el diagnóstico a ojo de buen cubero del supuesto testigo. La travesía es fascinante pues viene salpimentada con inteligentes observaciones (críticas, en realidad) sobre la vida contemporánea. Establece Bärfuss, por ejemplo, que cada época posee una herramienta de la que depende de modo fundamental. La Revolución Industrial es sinónimo de máquina de vapor, la Ilustración necesitó de la imprenta y nuestra era depende de un aparato banal, que no es el teléfono inteligente -como la mayoría cree- sino el cargador. Sin ese adminículo pequeño y ordinario, millones de seres humanos se quedarían sordos y mudos, aislados de los demás y prácticamente desvalidos.
Además de la inteligencia en el timón, otra cualidad del libro es la limpidez de la prosa. Tiene, por así decirlo, la claridad y belleza del lago Bachalpsee. En las mejores páginas, hallamos el espíritu desdeñoso de Celine. Palos a la escoria de la ciudad, con la que va tropezando Phillip en su extraño plan. Ese tono ácido caracteriza -según la crítica diarística- a las obras de teatro de Bärfuss, algunas de las cuales ya se han representado en la Argentina. Si como dramaturgo el autor suizo (escribe en idioma alemán) ya ha encontrado fama y reconocimiento, como novelista también merece aplausos.
Hace nueve años, recomendábamos en este suplemento Cien días de Bärfuss, pues abordaba con un sutil talento las horrorosas matanzas en Ruanda. Ahora insistimos en que ‘Halcón’ es una lectura muy agradable. A pesar de la exigua cantidad de páginas y de su intención moral, no se trata de un fast book. La densidad de situaciones, personajes e ideas es óptima.
Guillermo Belcore
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