La mirada bellowiana es la de un conservador lúcido que, si bien advierte sobre la decadencia de la cultura contemporánea y refunfuña por “el honorable mérito de correr riesgos” de los jóvenes, al mismo tiempo reivindica al erotismo (incluso promiscuo), en su verdadera doble dimensión: es tanto una pasión carnal como espiritual. El conservadurismo suave e inteligente del Premio Nobel de Literatura 1976 es un bálsamo en esta era de intensos idiotas.
En 1989, Bellow entregó a la imprenta El robo (Emecé, 154 páginas, edición 1990), un relato alargado o una pequeña novela. Una gema, para más señas, que encontré a un preció insignificante (50 pesos, un dólar y monedas, al cambio actual) en una excelente librería de viejo de la calle Cabildo.
Se narra un fragmento en la existencia de Clara Velde, directora de la revista Vogue y zarina de la moda en Nueva York, quien, a pesar de toda su sofisticación, hay momentos en la que aflora su origen campesino: proviene de la rústica Indiana, cuyo estilo de vida está tan fuera de época como el Antiguo Egipto. Todo en Clara es conspicuo. Joyce Carol Oates ha notado que con esta nouvelle, Bellow ingresaba en una nueva etapa de su prolífica narrativa: “un venturoso internarse en las vidas interiores y exteriores de la robusta mujer estadounidense”.
Nuestra neurótica heroína está prendida de Ithiel Regler, un genuino hombre del poder aunque independiente, consejero de jefes de Estado y del Pentágono en materia de seguridad nacional. De jóvenes mantuvieron un apasionado romance que terminó con un intento de suicidio de ella. Hoy son íntimos amigos. Clara hilvanó cuatro maridos decorativos para intentar superarlo; el actual, un bueno para nada. No pudo sanar. La fuerza irresistible del amor es uno de los tópicos de la obra: “Contra él, ninguna puerta puede cerrarse”.
En los buenos tiempos, Teddy le regaló un anillo perfecto de esmeraldas. La empresaria editorial la conserva como un preciado tesoro, un fetiche, el centro mismo de su existencia. La joya desaparece, vuelve aparecer y luego es robada, al parecer por el horrible novio haitiano de la canguro austríaca de las tres hijas de Clara. Este es el núcleo incandescente del libro.
Diálogos que relumbran, una indagación sensata de la complejidad de los sentimientos y de la burguesía neoyorquina, personajes seductores, referencias eruditas sobre el arte clásico, una historia atrayente, comentarios ingeniosos en casi todas las páginas… en fin, el texto se disfruta de principio a fin. Consigan esta nouvelle y sentirán el deseo irrefrenable de seguir leyendo a Bellow.
Guillermo Belcore
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