"No te conoces a ti mismo hasta que sufres hambre." D.B. John
En la planta baja, están los gulags donde los desdichados deben cazar ratas, serpientes o gusanos para sobrevivir un día más. También, las hambrunas que diezman al pueblo llano provocadas por una demencial carrera armamentista. Y el Bowibu, la temida policía secreta que controla cada centímetro de una mansión de pesadilla que se rige por el sistema de castas más estricto del planeta: sus habitantes han sido clasificados entre leales, dudosos y hostiles. ¡Pobre de aquel que no pertenece a la primera categoría!
En el primer piso, encontramos a las mafias de todo el mundo que medran con la angustiosa necesidad de divisas de un régimen que no le hace asco a traficar con cristales de metanfetamina, medicamentos falsos, dólares fraudulentos, armas y quién sabe con cuantas porquerías más. También están los miembros de la elite soldadesca, aparatichiks con privilegios inconcebibles para las masas, pero en estado de perpetua agitación pues de un día para el otro puede cambiar su suerte. Y terminan con sus huesos en un campo de concentración.
Finalmente, en la lujosa habitación del último piso reside el peor de los demonios. El gordito Kim Jong-Un, el último de una estirpe de malditos que convirtió a la mitad de una nación milenaria en un reino de esclavos, en perpetua guerrilla contra el mundo libre. La justificación ideológica de la peor tiranía de Oriente es el llamado socialismo juche, con descarados ribetes religiosos. La tiranía es hereditaria y exige un culto al monarca sin precedentes.
Impresionado por su vista a Norcorea en 2012, éste es el escenario que eligió D.B. John para ambientar su obra más reciente. La apuesta le salió muy bien. Infiltrada (Salamadra, 460 páginas, edición 2018) es una atrapante novela de espionaje, muy bien documentada, con un ritmo parejo y una trama impecable. De la prosa, empero, lo mejor que puede decirse es que resulta funcional a la historia. El señor John no tiene, definitivamente, talento para la metáfora. Comparar la luna con un sedoso y lejano huevo de araña es demasiado.
La heroína se llama Jeena Williams. Madre coreana, padre soldado afroamericano que sirvió en la península. Catedrática en Georgetown, la joven es reclutada por la CIA para lidiar con el reto misilístico de la República Popular Democrática de Corea. Estamos en 2010 y gobierna Barack Obama. Jeena tiene un herida en el alma: su alma gemela Soo-min desapareció en la isla de Baengyeong, la versión oficial es que se ahogó en el mar, pero ella sospecha que fue secuestrada por el régimen norcoreano, como hizo con cientos de japoneses para otro delirante programa de espionaje.
Seguiremos a Jeena a la mesa de negociaciones de Naciones Unidas, a una visita de cortesía a Pyongyang que termina para el diablo y a una arriesgadísima misión de infiltración en los confines de Norcorea. La chica no sólo es una eminencia en todo lo que atañe al país de su madre sino que también es un as del taekwondo, lo que viene de perlas para las escenas de acción de la novela.
En forma simultánea a las peripecias de la doctora Williams, el autor retrata otra heroína: la señora Moon de la provincia de Ryanggang, para ilustrarnos sobre los detalles infernales de la vida cotidiana en la periferia de Corea del Norte. La economía de mercado es una de las condiciones de la libertad, es la sabia conclusión que pueden extraerse del calvario de la anciana.
Otro personaje principal es el coronel Cho, un feligrés sincero del socialismo juché, que, en un pestañeo, pasa de héroe revolucionario a caído en desgracia por el contenido de sus genes. Fiel al ideario leninista, el régimen norcoreano cree en las culpas colectivas: si tu abuelo fue un capitalista reaccionario o un colaborador del invasor japonés, inexorablemente tú también lo serás.
Aunque sin la profundidad filosófica y política de Arthur Koestler, hay algo de El cero y el infinito en los tremendos capítulos en que el Estado tortura al coronel Cho por una inverosímil conjura. Todos los estalinismos se parecen. Pero no sólo en la paranoia política, por cierto. También en la feroz persecución a los cristianos. Te fusilan en Corea del Norte por tener una Biblia en casa.
CAMINOS CRUZADOS
Naturalmente, los caminos de Jeena, la señora Moon y el pobre Cho terminarán cruzándose. Es una de las gracias del libro. Otro procedimiento bien logrado es incluir personajes reales, como Hillary Clinton. Aparece en la página 403 como personaje secundario (o como villano estelar) Kim Jong-il, Estrella Guía del Siglo XXI, Sol Brillante de la Idea Juche, Amigo de los Niños, Líder de Todos los Pueblos Socialistas.
Infiltrada, pues, no se trata de Alta Literatura pero es un entretenimiento estupendo. Nunca aburre. Hay que destacar que D. B. John ha hecho un concienzudo trabajo de investigación, que nos deja cavilando.
Corea del Norte conforma una evidencia terrible de lo que la maldad del ser humano puede hacer, por su lado; y de lo que implica llevar hasta las últimas consecuencias el leninismo marxista como sistema político, por el otro. Liberar a los millones de esclavos norcoreanos debería ser una prioridad para la humanidad civilizada. A esta altura, el imperialismo de la universalidad ética (el concepto es de Fernando Savater) debería primar sobre el anacrónico principio de soberanía nacional. Ningún Estado de la Tierra puede atormentar así a sus ciudadanos.
Guillermo Belcore
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