domingo, 30 de diciembre de 2018

Madona con abrigo de piel

Una buena noticia. A pesar de la tremenda crisis, de la deserción en masa de los clientes por culpa de los bolsillos desnutridos, los sellos editoriales siguen apostando a esas obras maestras de la literatura universal que todo lector de fuste debería disfrutar. Como Madona con abrigo de piel, tercera novela de Sabahattin Alí (1907-1948), que apareció a comienzos de los años cuarenta por entregas en un diario y concluyó convirtiéndose en un clásico admirado en varios países de Europa, y ahora en un best-seller.

Si no fuera por el Premio Nobel 2006 (merecido) a Orhan Pamuk, uno debería reconocer que nada sabe de la exótica literatura turca. La ampliación de la cartografía es bienvenida, entonces.

Sabahattin Alí nació en lo que hoy es Bulgaria pero sus piezas literarias y periodísticas se encuadran en una de las dos corrientes espirituales que, desde el desplome del Imperio Otomano, se disputan el alma de Turquía, gran nación puente entre Europa y el mundo islámico. En la meseta de Anatolia también hay una grieta, vagamente similar a la que desgarra a la Argentina: cosmopolitismo vs. tradición nacional & popular.
El literato, asesinado a los 41 años por sus opiniones políticas o por un contrabandista búlgaro (no se sabe dónde fue enterrado), se inscribe en el primer bando, el de Pamuk: el torbellino que mira hacia el Oeste, que quiere engarzarse en aquella marea benéfica que denominamos civilización occidental y que ha elevado a todas las culturas que tocó con el saber y los valores acumulados desde la Antigua Grecia.

No hay pues espacio para el pintoresquismo en Madona con abrigo de piel (Salamandra, 222 páginas); la Historia pasa en puntas de pie. Fue compuesta en un estilo que podría definirse como manifestación tardía del realismo decimonónico. Piénsese en las novelas de los rusos del siglo XIX como Turguéniev, que desarrollan amores malogrados y fracasos existenciales.

 

INOLVIDABLE


La historia resulta imposible de olvidar. Como diría Borges, "conmueve físicamente como la presencia del mar". Conocemos a Raif Efendi, un gris oficinista, traductor de alemán (como el autor del libro), un alma pura, un hombre débil, maltratado por jefes y compañeros, y por su propia familia. Un don nadie, con una rica vida interior y salud de porcelana. Un camarada se encariña con él y en el lecho de muerte del pobre Efendi recibe un cuaderno que explica las razones de su martirio. Mejor dicho, las causas por las que ha consentido que desde años lo martiricen semejantes con una vulgaridad indescriptible.

Primogénito de un magnate de provincias, Efendi había viajado a Alemania en la década del veinte con el fin de aprender tecnologías para fabricar jabones de tocador. Tenía veinticuatro años por entonces, y este soñador de naturaleza tímida jamás había estado con una mujer. No obstante, en la burbujeante Berlín de la República del Weimar, logra romper su aislamiento y su vacío.

Primero, el muchacho triste se obsesiona con la mujer que aparece en un cuadro, justamente, titulado Madona con abrigo de piel. Luego conoce a la autora del lienzo (era un autorretrato) y tropieza, así, con ese misterio del universo llamado amor. Su corazón se aferra, no sin pánico y desesperación, a la artista María Puder, que tiene una personalidad tan peculiar como la de nuestro antihéroe, aunque es todo lo contrario en cuanto a sociabilidad. Raif se convierte en El amenazado del poema borgeano: estar con ella o no, es la medida de su tiempo.

 

LA CONDICION HUMANA


Si la escritura es maravillosamente anacrónica, las ideas de Alí no han perdido un gramo de frescura en la segunda década del siglo XXI. Son profundas e inspiradoras porque se mueven en un plano más elevado que el de la política, la economía o la cultura. Atañen a la condición humana. En primer lugar, se incluye un feminismo suave e inteligente en boca de la muchacha pintora. En segundo término, se realiza una profunda indagación sobre el amor, al que se parangona con una orquídea rara y delicada siempre a merced de los caprichos del destino.

No tiene tanta importancia haber nacido en un sitio u otro, ni ser hijo de éste o aquel hombre. En un mundo en el que es tan difícil que dos almas gemelas se encuentren, lo verdaderamente importante es alcanzar la codiciada felicidad. Lo demás son nimiedades, es el mensaje hermoso que deja esta novela y que explica por qué ha sido adoptada hoy en día por decenas miles de jóvenes turcos como un símbolo de liberación personal frente a la creciente islamización de Turquía y ante el ultranacionalismo rancio de siempre.

Desde Estambul, Sevengül Sonmez, editor e historiador literario, explicaba el fenómeno a The New York Times el año pasado: "Los lectores turcos que amaban Romeo y Julieta están ahora leyendo a María y Raif, como la historia de amor imposible moderna". Y les encanta. En los últimos años, la novela estuvo en el podio de las más vendidas en la Turquía del sultán Recep Erdogan que le ha propinado a algunos intelectuales una dureza similar a la que recibía Alí.

 

DICHA INFINITA


Hay otra sentencia de Sabahattin Alí, quien también en 1925 había viajado a Alemania para instruirse, que obliga a cavilar: Probablemente, a muchos de nosotros, nos baste con una sola persona a la que amar. La dicha infinita sería pues consagrar la vida a esa otra persona.

Cuando de una novela magistral se trata, hay un momento mágico en que uno termina enamorándose del libro. Ese momento tarda en aparecer aquí, pero cuando lo hace uno no puede dejar de leer hasta el final y concluye con la certeza de que ha absorbido una obra extraordinaria. Hemos experimentado lo que Mario Levrero, otro gran perspicaz, llamaba la experiencia luminosa.
Guillermo Belcore



Calificación: Muy bueno


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