lunes, 27 de enero de 2020

Drácula, de Netflix y la BBC

Una grieta explica fenómenos trascendentes de la política como la llegada de Donald Trump, el auge populista, o el brexit. La grieta entre las élites y el pueblo llano. Muchas personas decentes, trabajadoras, con ideas tradicionales, están ofuscadas en Europa y Estados Unidos. Votan con el ceño fruncido. Sienten que sus desdichas provienen del egoísmo, la codicia y la insensibilidad de la casta dirigente, la aristocracia de Davos.
Culto, sofisticado, sin apremios económicos, con aspiraciones globales,  acostumbrado al lujo y a la servidumbre, el aristócrata de la política, la economía o la cultura es un chupasangre de las masas. Como el Drácula de Netflix, el primer lanzamiento destacado del 2020 en Serieslandia.
 
Para ser precisos, la versión más fresca del vampiro es un producto del talento de una pareja especializada en adoptar clásicos, las dos mentes brillantes detrás de Sherlock y algunos buenos capítulos de Dr. Who. Hablamos de Steven Moffat y Mark Gattis (también actor, ¿recuerda a Mycroft Holmes?).
 
Drácula es siempre una apuesta segura para ganar dinero. No hay criatura literaria que haya sido explotada con más ahínco por el cine y la televisión. Ahora es el rey del streaming -con su mejor socio, la BBC- quien abre el ataúd para ofrecer una miniserie tan inquietante como dispareja, con tres capítulos (muy distintos entre sí) de noventa minutos cada uno.
 
Estéticamente el producto bascula entre el gótico siniestro de la Hammer Productions y las esgrimas vertiginosas, que derrochan ingenio, del tándem Moffat-Gattis. Está muy bien que se rescate la noble tradición del terror britanico. De hecho el nuevo conde -magníficamente interpretado por el danés Claes Bang- con sus colmillos al aire resulta muy parecido a Christopher Lee.

REGLAS DE LA BESTIA

El primer capítulo transcurre en Transilvania y Budapest. El segundo, a bordo de un barco claustrofobico, en ruta hacia Gran Bretaña. El tercero, en Londres, donde el conde encontrará la novia ideal, después de quinientos años. ¿Ve?, nunca hay que perder las esperanzas.
 
Al convento Santa María de la capital húngara llega el abogado Jonathan Harper (John Heffernan), o lo que queda de él, se está convirtiendo en una entidad maligna. Dos monjas lo interrogan. Relata el letrado inglés su horripilante experiencia en el laberintico castillo de Drácula.
 
Frente a Harper se planta Agatha Van Helsing (Dolly Wells), un canto al racionalismo científico, desesperada por entender. Es un tópico, la tipíca monja del entretenimiento de masas que ha perdido su fe en el Señor: ``Como muchas mujeres de mi edad estoy atrapada en un matrimonio sin amor, manteniendo las apariencias por un techo sobre mi cabeza''.
 
Sin embargo, la hermana Agatha se convierte un formidable adversario para el príncipe de la oscuridad. Es tan poderosa y cautivante su interacción que opaca a los restantes personajes. 
 
A esta altura, usted se preguntará sobre son los rasgos del vampiro Claes Bang. Un psicópata adorable, a lo Hannibal Lecter. Locuaz, físicamente extrovertido, manipulador como el demonio que es. Elige cuidadosamente a sus víctimas pues absorbe recuerdos y habilidades (como el Sylar de Héroes). De ahí que haya decidido mudarse a Londres, el centro del mundo a fines del siglo XIX, con tanta gente instruida y clamorosa. ``Somos lo que comemos'', bromea el noble ante el aterrado Harker.
 
Tiene, además, el poder de crear brumas para ocultar la luz del sol y puede asumir formas de animales. En una de las escenas más repugnantes, emerge del cadáver de un lobo ante la mirada atónita del convento, pero nunca pierde la elocuencia. ``No sé sobre ustedes, chicas, pero me encanta un poco de pelo'', dice. Poco después, una manada de lobos destroza a las monjas. ``¡Oh! Eso debe haber dolido'', apunta Drácula.
 
Puede que sea el rey de la labia, pero también es un inmoral, un vicioso con una adicción incontrolable que se aprovecha del esfuerzo, las ilusiones y la credulidad de las gentes sencillas, campesinos, marineros, urbanitas de clase media. ¿Ya dijimos que representa a la perfección a la flor y nata del siglo XXI? Una feroz fuerza nihilista. ``La democracia es un abuso de los desinformados; todo está en la sangre'', sentencia nuestro antihéroe.

GOZOSO AÑADIDO

Quizás lo mejor de la serie sea el ingenio verbal, sello de Gatiss & Moffat. ¡Qué diálogos tenemos aquí! Hay frases memorables, réplicas encantadoras, uso y abuso del sarcasmo y la ironía. Es el valor literario añadido. Una deliciosa artificiosidad.
 
El suspenso del segundo capítulo también merece elogios. Estamos a bordo del navío Demeter, sobre el Mediterráneo, camino a las islas británicas. Eligió Drácula uno a uno a los pasajeros como quien escoge los platillos de la cena en una larga travesía. Pero a bordo viaja su némesis.
 
Un giro sopresivo al comienzo del tercer capítulo -el más flojo- nos impide describirlo sin corromper el efecto sorpresa.
 
Es probable que lo peor sea el desenlace. Gatiss & Moffat tiene un problema con los finales como hemos comprobado en Sherlock. Aquí nos venían prometiendo una respuesta lógica a los misterios existenciales del conde: ¿por qué teme a la cruz y a la luz solar; por qué no puede ingresar a una morada sin ser invitado? La resolución es tan pueril que da risa, incluso queda la puerta abierta para una segunda temporada.

Calificación: Buena
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Ficha técnica: Año: 2020. País: Reino Unido. Dirección: Paul McGuigan, Jonny Campbell, Damon Thomas. Creadores y guion: Mark Gatiss, Steven Moffat (basado en la novela de Bram Stoker). Música: David Arnold, Michael Price. Fotografía: Tony Slater Ling. Actores: Claes Bang, Dolly Wells, John Heffernan, Morfydd Clark, Joanna Scanlan, Jonathan Aris, Sacha Dhawan, Nathan Stewart-Jarrett. Clive Russell, Catherine Schell. Patrick Walshe McBride, Youssef Kerkour, Lydia West, Matthew Beard, Mark Gatiss. Duración: 270 min. Productora: Hartswood Films/British Broadcasting Corporation (BBC)/Netflix.

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