martes, 30 de julio de 2024

Serotonina

 


Escribió Jorge Luis Borges esta magnífica estrofa:


"A veces en la tarde una cara

nos mira desde el fondo de un espejo;

el arte debe ser como ese espejo

que nos revela nuestra propia cara".


No sólo eso, podríamos agregar con agradecida humildad. El arte elevado también nos muestra la cara de la sociedad que lo fecunda. Las ideas, las obsesiones, los miedos, los deseos de su tiempo.


He aquí un caso notable. Todos aquellos que crean que es posible concluir, después de décadas de dilaciones y escaramuzas, un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europa deberían leer la séptima novela de Michel Houellebecq (1958), el más sustancioso escritor contemporáneo de Francia, una especie de Dostoievski con un punto de depravación.


Entregada a la imprenta en 2019, Serotonina (Anagrama, doscientas ochenta y dos páginas) es, entre otras cosas, un afilado manifiesto en favor del proteccionismo agrícola. El mismo amor intenso que Proust manifestaba por sus condesas, Houellebeq lo expresa por los ganaderos normandos y sus animales: 

"...amplias y majestuosas las vacas normandas eran y la existencia parecía bastarles con creces; fue al descubrir estas vacas cuando comprendí por qué los hindúes consideraban a este animal sagrado"...


La Francia profunda, esa que vota a la Agrupación Nacional de Marine Le Pen y sufre por las desdichas de sus ruralistas que salen a las rutas a protestar con chalecos amarillos, nos dice que para ellos el librecambismo es una peste. El libro, incluso, nos señala con el dedo dos veces a nosotros, los argentinos, como su gran amenaza mortal. Primero, en relación a los cultivadores de damascos del Rosellón que pronto serían barridos por los de Mendoza y San Juan; luego con la carne vacuna (aunque Houellebecq reconoce que la nuestra es deliciosa). Se lee en la página cincuenta:

 "...los expertos estimaban que la Argentina con una población de cuarenta y cuatro millones de habitantes, podría eventualmente alimentar a seiscientos millones de personas, y el nuevo gobierno, con su política de devaluación del peso, lo había comprendido muy bien, esos cabrones iban a inundar literalmente Europa con sus productos, además no tenían ninguna legislación restrictiva respecto a los transgénicos, lo cual significaba que estamos jodidos...".


No es muy difícil colegir que los franceses siempre encontrarán la forma de demorar o, llegado el momento, de incumplir o tergiversar cualquier acuerdo de libre comercio con el Mercosur. Es lógico, además. ¿Por qué bien superior van a sacrificar lo que consideran uno de sus tesoros nacionales, su ineficiente sector agrícola artesanal?

CRISIS DE LOS 40

El protagonista de la novela se llama Florent-Claude Labrouste, un ingeniero agrónomo cuarentón sumido en una crisis de identidad. Trabaja en el Ministerio de Agricultura redactando notas e informes destinados a negociadores del Gobierno. Sus textos "definen, defienden y representan las posiciones de la agricultura francesa". Sus días transcurren "cada más vez más dolorosos a falta de acontecimientos tangibles y simplemente de razones para vivir".


La novela, que nunca deja de ser interesante, es algo así como las memorias de un fracasado, aunque lúcido. ¿Mencionamos ya la similitud con Dostoievski? Florent se ha convertido en un adicto a un antidepresivo de nueva generación. El Captorix favorece la liberación de la serotonina (de ahí, el título) producida en la mucosa gastrointestinal lo que permite a los pacientes una vida normal dentro de una sociedad evolucionada (higiene, vida social reducida a la buena vecindad, trámites administrativos sencillos). Tiene efectos secundarios, claro. Impotencia, por ejemplo.


Así las cosas, llegamos al núcleo incandescente del libro. Un buen día, Florent se decanta por "un proyecto de desaparición voluntaria". Es decir, abandona a su novia japonesa (una degenerada y una esnob), al bien pago empleo público, a su departamento cinco estrellas... y se convierte en un vagabundo (a lo Jack Reacher), pero al abrigo de la necesidad. Tiene 700 mil euros en la cuenta bancaria. En la página cuarenta y ocho, Houellebcq nos informa (es uno de esos sabelotodos que siempre quieren enseñarle algo lector) que cada año en Francia unas doce mil personas optaban por desaparecer, dejar a su familia y rehacer la vida, a veces en la otra punto del mundo, a veces sin cambiar de ciudad.


La trashumancia nihilista lleva a Florent al castillo de Olonde (Normandía), propiedad de un amigo de la universidad. Aymeric d'Harcourt es el señor local, último representante de una aristocracia terrateniente empobrecida ¿Hay un personaje más encantador en una novela europea que un noble decadente? La esposa de Aymeric lo ha abandonado, casi no ve a sus hijas; es un idealista, productor rural de la vieja escuela, comprometido con la causa de los ganaderos normandos. La región está en llamas por el descenso del precio de la leche. Las bancarrotas, a la orden de día. Hay piquetes con campesinos armados y lockout patronal. A las multinacionales no les importa: traen la leche de Irlanda o Polonia. La resistencia concluye con derramamiento de sangre


Houllebecq une puntos. Francia está condenada "en la batalla de la producción mundial". El cordón ideológico es demasiado fuerte y el número de agricultores aún demasiado alto para la Unión Europea por lo que el declive está asegurado. Como dijimos más arriba, para el prolífico literato francés el librecambismo es devastador como una enfermedad letal.


Página doscientos dos: 

"...Reflexionando sobre mi pasado profesional, sobre mis años de vida laboral, me daba cuenta que, en efecto, había tropezado con muchas y extrañas supersticiones de casta. Mis interlocutores no luchaban por sus intereses, ni supuestamente por los intereses que defendían, habría sido un error creerlo: luchaban por unas ideas; durante años me había enfrentado a personas dispuestas a morir por la libertad de comercio".


¿OCCIDENTE CONDENADO?

Como en otras de sus novelas (1), Houllebecq expresa su pesar por el suicidio de Occidente. Es el horror de un mundo sin Dios, sin amor conyugal, sin familia, sin esas estructuras económicas y sociales que permitían en la Patria de antaño "el ascensor social". Ciertos hechos recientes, parecen darle la razón a este gran azote de la corrección política cuando establece que el siglo XXI "es el siglo de más de Occidente".


En la página 130, establece el vate: 

"...una civilización muere simplemente por hastío, por asco de sí misma, que podía proponerme la socialdemocracia, es evidente que nada, solo una perpetuación de la carencia, una invitación al olvido".


Pero hay una salida, aunque individual. "El mundo exterior es duro, implacable con los débiles, no cumple nunca con sus promesas y el amor sigue siendo en lo único que, quizás, todavía se puede tener fe".


El tercer gran tema del libro, en efecto, es el amor frustrado entre Florent y Camille. Por una estúpida infidelidad, el hombre perdió a la mujer de su vida y nunca tuvo la valentía de, al menos, intentar recuperarla. Debió arrastrarse de rodillas hasta que lo perdonara. Nunca volvió a ser feliz y la ruina fue la consecuencia de aquella decepción.


El mensaje axiológico de la novela es conmovedor: el amor (ese que nos oprime el pecho) es un mensaje de Dios, que siempre piensa en nosotros. El libre albedrío determina si aprovechamos o no esa oportunidad (a veces única) que se nos concede para hacer tolerable el paso por el valle de lágrimas.


Como se ve, el gran encanto de las novelas de Houllebecq es el mismo de los textos de Chesterton. Hay un bombardeo incesante de ideas originales, provocativas, contraculturales... (¡llega a reivindicar a Francisco Franco como el inventor del turismo de calidad!) Hemos sostenido más de una vez en este blog que se trata de un pensador imprescindible (2). Los mejores literatos, al fin y al cabo, son los que no temen ser odiados.

Guillermo Belcore


Clasificación: Bueno



martes, 23 de julio de 2024

Olvídame


Oblígame

Por Lee Child

Blatt & Ríos. 430 páginas


En el estado de Oklahoma, en el medio de la nada -mejor dicho, en medio de un océano de trigales que se extienden hasta donde alcanza la vista- hay un enclave de codicia y depravación. Mother’s Rest sería una localidad agrícola desolada como cualquier otra si no fuera porque un hombre de negocios y sus súbditos pueblerinos ofrecen un servicio que pone los pelos de punta.


Los demonios, por fortuna, cruzan sus destinos con el as retirado de la Unidad 110 de la Policía Militar del Ejército de Estados Unidos. Jack Reacher se llama. Es un Hércules con el cerebro de Sherlock Holmes, adicto a la cafeína y a la libertad total (un hombre-isla dirían los filosófos), que visita Mother’s Rest para averiguar el origen del nombre de esa localidad, situada a la vera de la antigua ruta de caravanas. El vagabundo llegó en tren con lo puesto, un cepillo de dientes, un puñado de dólares y una tarjeta de débito. Reacher tiene todo el tiempo del mundo y ningún lugar donde ir. Nadie lo espera.


Tres hurras por el sello Blatt & Ríos por habernos traído otra atrapante aventura de la colección que añadió al mundo el prolífico Lee Child (Conventry, 1954). Aquí la hemos ovacionado más de una vez (1). También merece aplausos la serie inspirada en la saga que vino a corregir las flojeras y distorsiones de las películas protagonizadas por el improbable Tom Cruise (2). Reacher tendrá para siempre el rostro y la voz del musculoso actor y modelo Alan Ritchon.


Obligame fue entregada a la imprenta en 2011. Volvamos a la trama. En la estación de tren, Reacher es abordado por una atractiva detective privada, quien -por un instante- lo confunde con un corpulento colega que ha desaparecido hace unos días. Siguiendo una pista, el bueno de Keever llegó al siniestro paraje, le pidió ayuda a la agente Michelle Chang sin darle detalles, y luego se lo tragó la tierra. No contesta su teléfono celular.


Mujeres hermosas como una mañana soleada, peleas colosales y sucias, y tiroteos que dejan un tendal de muertos son la sal, el aceite de oliva y el aceto balsámico de la saga. Siempre se resuelve, además, un misterio que mantiene magnetizados nuestros dedos hasta la última página. El volumen que hoy recomendamos nunca decepciona.


La mente inquisitiva de Reacher, naturalmente, no puede resistir la curiosidad -al fin y al cabo no tiene nada que hacer y le gustan las investigaciones más que a un tonto un lápiz-. Se suma, pues, a las pesquisas desesperadas de Chang. Primero, deben esforzarse para descubrir que diablos estaba buscando Keever donde el diablo perdió el poncho. Se trata de un rompecabezas complejo que se va armando capítulo tras capítulo y que obliga a la pareja a saltar a Oklahoma City, Los Angeles, Chicago, San Francisco, Phoenix, hasta el asalto final. Los hostigan matones contratados por la gavilla de Mother’s Rest para que el terrible secreto no salga a la luz. Los ayudan el editor responsable de la Sección Ciencia del cuarto diario más poderoso de Estados Unidos y, por su intermedio, un genio de las computadoras.


Oblígame, por otro lado, cumple sobradamente con el mandato de la industria del entretenimiento de que siempre se debe enseñar algo al lector. Didactismo, es el nombre del juego. Aquí nos ilustran, por ejemplo, sobre la deep web, el internet abismal donde nadan las criaturas más malignas de la especie Homo No Sapiens.


La traducción del señor Aldo Giacometti es impecable en cuanto a la transmisión de la erótica de la obra. Como se sabe, la ironía, el sarcasmo y los diálogos filosos son el cromado de la novela policial. Sólo causa molestias “eventually”, usado hasta el hartazgo por Lee Child. Se lo traduce como “eventualmente”, aunque en castellano ese adverbio tiene un matiz de incerteza o casualidad que el texto original no parece demandar. “Finalmente” hubiera sido una traducción más eficaz.


Se trata un detalle muy menor. Obligame es un entretenimiento formidable. Tiene la suficiente fantasía dramática como para permitirle a cualquier lector voraz escapar por unos días del rigor argentino.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

(1) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2021/05/luna-azul.html

https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2023/02/sin-fallos.html

https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2022/10/escuela-nocturna.html

(2) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2022/02/reacher.html

domingo, 7 de julio de 2024

El retorno de Moby Dick


La ciencia designa umwelt al medio ambiente experimentado por cada especie gracias a los sentidos que ha desarrollado. Solemos imaginar que los animales perciben la realidad con nuestros cinco sentidos, pero no siempre es así. En los océanos por ejemplo, hay una criatura descomunal de cabeza cuadrada que, por así decirlo, ve con sus oídos. Millones de años de evolución le han perfeccionado un sistema de ecolocalización con el que obtiene una imagen holográfica sonora tan precisa como una ecografía. Así, en las noches de los abismos percibe como a plena luz del día, y de esta manera puede conseguir los 450 kilógramos de cefalópodos que consume cada veinticuatro horas. El cachalote —de esa criatura prodigiosa hablamos— escanea a otras especies mediante la emisión del sonido más poderoso del reino animal.


Un libro cautivante tiene como protagonista al titán del azul profundo: El retorno de Moby Dick (Fondo de Cultura Económica, 241 páginas) fue entregado la imprenta hace siete años por François Sarano (Valence, 1954), biólogo y buzo profesional. No se nos ocurre mejor carta de presentación que ésta: el oceanógrafo fue asesor científico y jefe de expedición a bordo del legendario Calypso de Jacques Cousteau. Como si fuera poco, Sarano escribe muy bien, incluso fue premiado por la Academia Francesa.


Durante años, Sarano estudió un clan de cachalotes en la costas de Mauricio. Les dio un nombre a cada uno de esos paralelepípedos bulbosos y les trazó el árbol genealógico. Forman ya parte de su vida. Fruto de ese amor intenso es el libro que no es solo un ameno ensayo de zoología, también configura un valioso mensaje. Da razones irrefutables sobre la conveniencia para la humanidad de preservar a los cetáceos. Página 231: 

"La diversidad de lo viviente y la diversidad cultural constituyen la riqueza del planeta. ¿Qué sería nuestra Tierra sin vida salvaje? ¿Sin cachalotes? ¿Sin elefantes? ¿Sin gorilas? Sería como un mundo sin Mozart y sin Rembrandt".


MITO Y REALIDAD


Primero, la descripción del soberano del océano. Es un mamífero, de figura algo grotesca, que puede permanecer una hora y media sin respirar para cazar al calamar a más de dos kilómetros de profundidad. Monsieur Sarano destruye un mito: los calamares gigantes, con músculos pocos desarrollados, no son rivales para una criatura cuyos machos pueden llegar a los 20 metros y pesar 50 toneladas (las hembras no obstante raramente superan los 12 metros y las 15 toneladas). El cachalote a pesar de todo tiene sus predadores: las orcas y las ballenas picudas los atacan como lobos, usando la estrategia cobarde de morder y salir rápido, hasta debilitarlos. Pero la criatura maligna que los colocó en peligro de extinción es el Homus No Sapiens.


El ensayo nos sorprende con los parangones. Los cachalotes son seres eminentemente sociales, que se agrupan en clanes matriarcales (los grandes machos viven aislados, una sabia decisión). Tienen el cerebro más grande de todos los seres vivos (la estructura paralímpica es mucho más importante que la de los humanos). Su poder cognitivo les permite tener conciencia de sí mismos, abstraerse del contexto, pedir ayuda, sentir empatía, desarrollar una lingüística con variaciones regionales, sobreproteger a las crías, e incluso mostrar conductas altruistas. El investigador francés corroboró estas capacidades sobre el terreno Mejor dicho, dentro del agua, nadando con cachalotes.


Hay un segmento de la obra que causa tristeza e indignación. En busca de aceite y carne, el hombre casi exterminó al Physeter macrocephalus, primero con cacerías homéricas en el siglo XIX que hasta inspiraron una novela sublime (Moby Dick de Herman Melville) y luego con el genocidio industrial de nuestra era, que recién terminó por completo en 2016. Hoy la principal amenaza que jaquea a los grandes cetáceos -en realidad a toda la fauna marina- es la contaminación con metales pesados, hidrocarburos y plásticos.


NUESTRAS ORCAS


Enriquece Sarano el escrito con historias asombrosas de otras especies marinas, como las delfines y las focas leopardo. Hay una que nos toca de cerca. Las orcas de la Península de Valdés han desarrollado una habilidad única desde que hace 55 millones de años los antepasados de los cetáceos -tenían cuatro patas- volvieron al mar. Nuestras ballenas asesinas atrapan lobos marinos en las playas mismas, es decir cazan sobre la Tierra. Han aprendido a volver después al mar reptando y moviendo las aletas. Es una técnica contra natura que las madres deben enseñar a sus crías. Algunas medrosas, vea usted, se niegan a ensayarla por temor a encallar, la muerte segura para cualquier cetáceo. Así somos los argentinos, al fin y al cabo, siempre forzados a encontrar soluciones creativas.


Finalmente hay que destacar la moraleja. Se nos dice que la naturaleza salvaje, la que escapa nuestras reglas, puede ofrecernos armonía contagiosa y ser fuente de paz. Monsieur Sarano nos advierte sobre un aspecto siniestro de la modernidad; rebajó al animal silvestre al estado de recurso explotable y consumible. Hemos sellado en piedra un dogma maldito: la idea de una disolución del origen divino entre el hombre y el resto de las criaturas. Nos quiere decir este libro extraordinario que los cachalotes también son criaturas de Dios.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno