sábado, 4 de septiembre de 2010

Mafia blanca

Jens Lapidus
Suma. 655 páginas. Novela policial. Precio aproximado: 95 pesos.

Muge el becerro de oro. Su reclamo es más imperioso que el canto de las sirenas. La Edad Dorada de la novela policial sueca ha atraído al ruedo a diletantes que, quizás, en otra circunstancias ni siquiera se hubiesen arrimado. El abogado Jens Lapidus (1974), con amplia experiencia en los bajos fondos, también decidió tirar los dados, arropado con la capa del magnífico James Ellroy. En efecto, ha copiado el estilo y la estrategia literaria del norteamericano: la Trilogía Negra de Estocolmo es una reacción ante el mainstream (el cliché mankelliano); aspira como su mentor a denunciar las llagas del sistema, la podredumbre de la ciudad natal, con una trama filosa y sin inocentes, y, especialmente, tratando de evitar la corrección política, esa perdición de la obra de arte.

El segundo tomo de la Trilogía combina hábilmente tres historias de vida. Tres rambos en Vikingland, donde el homicidio aún es muy raro y pululan las mafias del Este. Mahmud, un inmigrante árabe, obsesionado con los músculos, ex convicto, típico representante de esa porción de la humanidad que abomina del trabajo honrado. Niklas, ex mercenario en Irak, alucinado por las ratas, los cuchillos y los canallas que maltratan a las mujeres. Thomas, un policía de derechas, no muy corrupto, ni muy racista, pero víctima de una conspiración que conduce -cómo no- al misterio del asesinato de Olof Palme.

La traducción es harto curiosa: mezcla localismos argentinos (cheto, cana, birra, cafisho) con otros foráneos (chiringuito, colocón, canicas, yonqui). Se ha buscado no molestar a nadie. El libro tiene pasajes mal escritos y oscila entre lo atrapante y lo tedioso; da la impresión siempre de que se lo estiró más de la cuenta. La crítica social es lo mejor de todo. Parece que en Suecia, básicamente, es como en la Argentina: con dinero o con contactos con el partido gobernante (socialismo allá; peronismo acá) se arregla cualquier cosa, siempre que no fastidien los periodistas, esa plaga.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Regular

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