domingo, 6 de mayo de 2012

La soledad del lector

David Markson

La bestia equilátera. Novela (¿Novela?), 254 páginas.



Los Joyce escriben, los lectores leen.

¿Qué es una novela en todo caso? ¿O tal vez no es una novela? ¿Una novela de referencias y alusiones intelectuales, por así decir, pero sin casi nada de novela? Collage, texto discontinuo, assemblage. ¿O de un género indescriptible? ¿Cubismo? ¿Inspirado en qué? Tiene un relato pero hay que esforzarse para encontrarlo.

Como los surrealistas, como César Aira, como los pusilánimes en busca de respetabilidad, el autor de este libro ha querido explicar lo que había encerrado entre las tapas. No es fácil clasificarlo, de acuerdo. Fue urdido con un goteo de frases, pero el ritmo es agradable (“todo arte aspira constantemente a la condición de música”). Hay una historia, la del Protagonista (y un Lector que lo imagina, ¿o son la misma persona?) que vive en la pobreza con libros y soledad, junto al mar y frente a un cementerio. Hay una mujer a la que le falta una pierna. Entre los fragmentos se intercalan citas, aforismos, curiosidades, nombres eminentes o luminosos, bits de información, denuncias de antisemitas famosos, mandobles a los críticos (son la lepra de las letras, decía Flaubert; son los piojos de los rulos de la literatura, afirmaba Tennyson). Retazos de púrpura que a Borges hubiesen encantando. El efecto intelectual es soberbio; la lectura, placentera. Tiene el sabor de la originalidad posmoderna y el encanto de armar rompecabezas. Puede que David Markson (Nueva York 1927-2010) haya tenido dos intenciones primordiales: causar pasmo y resaltar el sino trágico del artista, tanto por la ceguera de sus coetáneos como por la malévola fatalidad.
 

La soledad del lector (Reader’s Block) fue publicado por primera vez en 1996 y se considera el brillante comienzo de una serie experimental. Algo bueno hay que decir del sello La bestia equilátera. Especializarse en gemas raras y apostar a la excelencia -en una época de mediocridad generalizada- no merece sino el aplauso de su majestad el Lector, que siempre está solo y espera.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura de La Prensa y otros diarios asociados.

Calificación: Muy bueno


1 comentario:

DARIO dijo...

LA SOLEDAD DEL LECTOR EN SU MAXIMA EXPRESION