Juan José Saer
Seix Barral. 388 páginas. Edición 2012
En el prólogo, el estudioso Julio Premat hace esfuerzos titánicos para persuadirnos de que publicar los cuadernos que Juan José Saer (1937-2005) prefirió ocultar en vida es un acto de estricta justicia. Como coartada, rechaza incluso la idea de texto definitivo: ``inscribiéndose en la corriente de la crítica genética que piensa la literatura a partir de las variaciones, lo inacabado, lo incompleto''. Pamplinas. Suena a esos argumentos a posteriori que todos solemos esgrimir cuando defendemos nuestros vicios. ¿Todo lo que escribe un artista de primera debe ser publicado? Uno se ve obligado a recordar la moral de lo esencial que postula Milan Kundera como resistencia a la moral del archivo que impulsa la industria editorial (y que Kundera parangona con una fosa común, allí tampoco se hacen algún tipo de distingos). No obstante, existe un descargo válido para justificar la indiscreción de hurgar en los cajones de un muerto: el lector podrá hallar aquí algunos textos magníficos.Incluye el primer tomo de los borradores de Saer un puñadito de cuentos excelentes (Febrero, El paso hacia el fin, A medio borrar, La habitación de la luz), epifanías semánticas, un delicioso manifiesto celinesco, giros poéticos deslumbrantes, la mejor defenestración de David Viñas que se ha escrito (¡lo compara con un pollo deshuesado!), meditaciones inteligentes, entre bastante hojarasca. Estamos ante el típico cajón de sastre. Pero el efecto estético viene garantizado. Los escritos provienen de uno de las sensibilidades artísticas más imponentes que ha generado la Argentina.
Establecen los cuadernos, con toda claridad, tres puntos: a) que Saer ya era un creador formidable antes de los treinta años; b) que el poeta Saer era muy inferior al narrador; c) que su marxismo era zonzo, pero algunas de sus ideas generales alcanzaban la categoría de soberbias. Ciertas críticas al capitalismo o las admoniciones a sus pares (explica por qué nunca deben recibir dinero del Estado) no han perdido un gramo de frescura. "Para un intelectual serio la única táctica posible consiste en decir la verdad'', amonesta a nuestra Patria degradada esa sombra poderosa del pasado.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento Cultura del diario La Prensa.
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