sábado, 15 de diciembre de 2012

Federico en su balcón

Carlos Fuentes

Alfaguara. Novela, 304 páginas. Edición 2012


Carlos Fuentes (1928-2012) sostenía que los libros de un autor copioso son como los hijos. Uno los quiere a todos, hombre, pero no todos te salen buenos. Los hay mediocres, bien intencionados pero frustrantes, decididamente malos. Federico en su balcón pertenece a la estirpe de los fallidos. La idea primogenia no era mala: revivirlo a Federico Nietzsche, ese enigma envuelto en un misterio, para que examine lo que irrumpió después de su partida. Pero se sabe que el infierno está empedrado de buenas intenciones.

La arquitectura de la novela es sencilla, teatral incluso. Dos hombres conversan en un balcón y, a medida de que la memoria actúa, van apareciendo los personajes. Una variopinta colección de caricaturas que luchan por el poder político, familiar o sexual. Ocurren asesinatos siniestros. Ocurre una Revolución en un país improbable que tiene tanto de México como de Portugal. Todo es pretexto para que Nietzsche opine, o mejor dicho para que Carlos Fuentes sentencie pues se nos ofrece una versión lavada y posmoderna de aquel filósofo atormentado y vehemente, tan difícil de aprehender incluso hoy. Los diálogos, que al parecer desean obrar por sustracción, resultan en casi todos los casos insustanciales. Hay muchas escenas inverosímiles. Los caracteres fueron inspirados en una rancia ideología.

La novela era uno de los dos libros que el autor tenía en la imprenta cuando lo sorprendió la Parca en mayo de este año. Dice Sergio Ramírez en la contratapa que “es el testamento literario de Carlos Fuentes, una lección definitiva sobre lo que fue y seguirá siendo como escritor”. Es verdad, en un sentido. Se percibe aquí con toda claridad ese desafortunado vaivén entre genialidad y adocenamiento que caracterizó a su vastísima obra (la medianía es consustancial a lo desmesurado). A Fuentes, lo extrañamos por Artemio Cruz, por ciertas páginas ensayísticas, o por Todas las familias felices. Podemos prescindir, pues, del Federico tibio y descafeinado.

Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Regular

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Tuve la misma percepción que usted al terminar de leer ese libro. Aunque no cambia mi parecer de que Fuente es relevante para la literatura hispanoamericana. Concuerdo con muchas de sus apreciaciones y con pinzas-como seguramente usted también- lo de que la medianía es consustancial a lo desmesurado. Vrg. me parece desmesurada las 39 obras de Shakespeare (las cuales 25 son obras maestra según Bloom) o la novela de Proust.

Un saludo desde Perú


Pdta. Si tiene algún deseo de leer una novela peruana que se aparte de las tradicionales menciones de la crítica, le recomiendo una obra maestra- a mi humilde parecer- que hasta en mi país paso inadvertida (como suele ocurrir con las obras de valía). La violencia del tiempo – Miguel gutierrez.
Buscando en google “Violencia del tiempo:Una obra maestra por descubrir” obtendrá una reseña de Ricardo González Vigil, un crítico también ponderable.

Guiasterion dijo...

Estimado señor:

Estoy de acuerdo con usted: Fuentes es uno de los grandes, pero incluso los colosos tienen sus días malos.

Gracias por el dato. Veré si puedo obtener esa novela.

Un abrazo
G.B.

Molina de Tirso dijo...

Me alegro de oir hablar de "Todas las familias felices", es un estupendo libro de relatos de C. Fuentes, pero me da la impresión de que pasó inadvertido. Se lo recomiendo a todo el mundo. Saludos