Massimo Gramellini
Destino. Autobiográfico. 205 páginas
Susana Tammaro, Milena Agus, Stefano Benni, y ahora el periodista Massimo Gramellini (Turín, 1960). La literatura italiana parece contener una corriente inane que podríamos definir como narrativa pueril. ¿Será una moda? ¿Será que a la industria editorial sólo le interesa traer al español los bestsellers aniñados? ¿Será una casualidad? Habría que investigarlo. Lo cierto es que a quien esto escribe le resulta muy desalentador que la patria de Svevo, Tabucci, Eco y Sciascia degrade su reputación con obritas simplonas que son a la Alta Literatura lo que el catecismo para chicos es a un tratado de teología.
Al buen entendedor, la primera frase de un libro denota muchas cosas. Gramellini abre el fuego así: “Como todos los años, el día de Fin de Año fui a recoger a mi madrina para acompañarla a visitar a mamá”. Las doscientas páginas siguientes se encargan de confirmar los peores pronósticos. Se trata de una ficción entretejida con experiencias personales que nunca levanta vuelo (excepto el capítulo de Sarajevo, merece ser un cuento), ni logra conmover, costumbrista, sin densidades de ninguna índole, tallada con una prosa ñoña que hasta un negado podría comprender.
Entonces, reseñista, ¿por qué ha vendido más de seiscientos mil ejemplares? ¡Ah, el gusto popular! Hay que reconocer que el producto encontró un marketing eficaz: “una hermosa novela, dedicada a todos los que han perdido algo esencial en sus vidas: un trabajo, un amor, un tesoro”. ¿Qué hombre o mujer está libre de desgracias, quién no necesita algún consuelo? Gramellini airea su angustia existencial por haber perdido a su mamá a los nueve años. Con ese vacío va haciéndose hombre. Hay un modesto suspenso; no todo es como parece. La trama, sin embargo, se rebaja por la profusión de enunciados de autoayuda. Este parece haber sido el propósito del autor. Predicar entre las gentes sencillas.
Guillermo Belcore
Publicado el último fin de semana en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Malo
PD: Este es uno de esos típicos libros de molde que sólo me permito llegar al final por responsabilidad a mi trabajo. La reseña, como escribio Ignacio Echeverría, no puede ser sino un ajuste de cuentas.
1 comentario:
Siempre es un gusto enorme, un sabor anticipadamente gustoso, leer sus admirables reseñas. Lo aliento para que siga siendo fiel a su propio criterio.
Admirándolo, Diana
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