Rafael Chirbes
Anagrama. Novela de 437 páginas. Edición 2013.
La crisis impone hoy su mandato por doquier. Es monstruoso el desempleo. ¿La prosperidad de España de ayer fue un espejismo? ¿El Reino, cuya unidad peligra, está condenado a ser el pariente pobre de Europa? Nadie puede saberlo. Lo cierto es que así como la Depresión de los Treinta inspiró en Estados Unidos obras canónicas como Las uvas de ira, las pavorosas desdichas de la Madre Patria le han proporcionado a don Rafael Chirbes (Valencia, 1949) el escenario ideal para desplegar su talento en la composición de un libro memorable. Dígase de entrada y empéñese el comentarista en justificarlo: En la orilla es la gran novela de la crisis española.
La principal referencia artística de Chirbes es el enorme Juan Benet. Asume la trama, como una cárcel. El truco, sublime, es pintar un fresco mientras se hacen correr los más variados asuntos sobre los rieles del escrutinio filosófico y poético. Las pepitas temáticas siempre resultan interesantes. Relaciones familiares, el pasado reciente y remoto de España, la dependencia con el dinero, el barullo contemporáneo, la senectud como degradación, la necesidad del amor (sí es que existe) son sopesados por una mirada exigente que considera al ser humano, básicamente, un “malcosido saco de porquería“. Cómo no ser pesimista, cuando todo se desploma a nuestro alrededor. “La vida humana es el mayor derroche económico de la naturaleza: cuando pareces que podrías empezar a sacar provecho a lo que sabes, te mueres, y los que vienen detrás vuelven a empezar de cero”, se establece.
El que habla se llama Esteban, empresario que se esforzó por ser lo que los demás quieren dejar de ser y fracasó en todo sentido, sin atenuantes. Carpintero arruinado, en bancarrota a causa de un golpe de audacia, una mala sociedad con el sinvergüenza típico de los tiempos de burbuja inmobiliaria. El artesano, al filo de los setenta años, planea volarse la tapa de los sesos, y matar a su padre nonagenario, un comunista amargado que le hizo la vida imposible. Ocurrirá en la orilla del marjal, mitad pantano, mitad laguna, paisaje-compañero de toda la vida, que oficia de patio trasero de las poblaciones vecinas. Estamos en Olba, junto al Mediterráneo y su luz cegadora. Los preparativos son minuciosos; mientras tanto Esteban desagua un aluvión de recuerdos. Envía una sonda a las profundidades del individuo, la comarca, el país y la vida moderna, en general.
Naturalmente, Chirbes hace etnología. Hay pinceladas costumbristas, color, ambientes, vicios, el teatro de la vida social. Cuatro hombres maduros despellejan a sus semejantes mientras juegan a las barajas en el Bar Castañer del pueblucho. Vemos la áspera convivencia con los extranjeros, en la edad de las diásporas inevitable como un fenómeno atmosférico. En la orilla alcanza, además, la categoría de novela coral (puro virtuosismo narrativo). Oímos las voces de un joven marroquí discutiendo con un terrorista islámico en potencia, de una doméstica colombiana, de los desempleados que ha generado la quiebra de Esteban y del sistema, del padre del protagonista, un rojo estropeado por el franquismo, bilioso. “Como el pescado, como los cuerpos, las ilusiones mueren y apestan después de muertas y emponzoñan el entorno”, sentencia Esteban.
Disfrutará el lector con la abundancia de palabras bellas y fragantes, con las mil digresiones, las sentencias de casi intolerable lucidez. Chirbes escribe realmente bien. Una salvedad: su prosa torrencial no fue tallada para el lector con prisas; los párrafos -que suelen extenderse por varias páginas- deben ser saboreados, nunca tragados. Sólo un imbécil bebe de un tirón el vino en su plenitud. Prácticamente, todo el recorrido tiene densidad metafísica, pero, como se dijo, predomina el color oscuro. La pregunta de fondo es la que se formula la persona con un mínimo de inteligencia: ¿Qué sentido tiene la vida?
Volvamos al principio, si es la crisis de España -con su tendal de empresas quebradas y su ejército de desahuciados- la que desborda las páginas, el libro también sienta en el banquillo al loco período de acumulación precedente: “Quien preveía lo que ha llegado, que lo que parecía un bien en ascenso, un globo, se deshinchara hasta caer al suelo y estallar en llamas”. Materialismo puro y duro. Desamor por todas partes, familias disgregadas, enloquecidas por el dinero, abrumadas con deudas. Verá usted qué calamitosa elite ha producido el enriquecimiento de Hispania. Pura vulgaridad. No obstante, ¿se trata de los victoriosos del thatcherismo español o es la frágil y sucia humanidad de siempre? “No nos engañemos, un hombre no es gran cosa. De hecho hay tantos que los gobiernos no saben qué hacer con ellos. Seis mil millones de humanos sobre el planeta y sólo seis o siete mil tigres de Bengala, tú me dirás quién necesita más protección… se ha venido abajo ese trampantojo en que el hombre era el centro del universo”, dice Chirbes. Dan ganas de creerle.
Guillermo Belcore
Publicado el domingo pasado en el Suplemento de Cultura de La Prensa.
Calificación: Excelente
2 comentarios:
Pucha, buen hombre, que después de estas 400 páginas de etanol bien procesado, uno no sabe si saborear el triunfo pasajero de vivir lejos de allí (en la distancia y un poquito menos en el tiempo) o ser de la misma especie.
Vaya este pequeño epígrafe como agradecimiento por tantas críticas interesantes. Usted se ha configurado en un guía lector de avanzada.
Un abrazo y seguimos por aquí, saboreando su propia delectación.
Gracias, Eric. El empujón me hace bien.
Abrazo
G.B.
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