Proyecto Diez Mil Cuentos
Argumento número treinta y cuatro
Se ha encontrado una botella con una carta de Karl Heinrich, conde de Alberg Ehrenstein, comandante del U29 de la Marina Imperial Alemana, perdido en agosto de 1917 en el Atlántico norte. La nota explica que el submarino se hundió por obra de elementos sobrenaturales. Detalla el marino prusiano que, después de haber hundido el carguero inglés ‘Victory‘, y destruido los botes de salvamento, se desató una serie de incidentes extraños en el sumergible. El influjo de una curiosa estatuilla de marfil, que el segundo a bordo robó del cadáver de un marinero, habría sido causa de locura en los tripulantes, el hostigamiento de criaturas marinas e incluso la explosión de la sala de máquinas. El U29 concluyó en el fondo del mar, en medio de las ruinas de una ciudad magnífica. No puede ser coincidencia. El rostro del Dios en las esculturas de los templos sumergidos es el mismo que el de la figurita de marfil encontrado en el marinero muerto.
La voz del comandante prusiano que H.P. Lovecraft (1890-1937) inventa en el cuento titulado El templo (Asesinos, Adriana Hidalgo, 620 páginas) es memorable. Va del frío racismo científico, sin escrúpulos de ninguna especial, a la irracional. La voz del comandante que ordenó matar a sangre fría a los sobrevivientes de un naufragio y despreciaba a sus subordinados renanos, anticipa esa intuición chestertoneana de que el nazismo fue otro subproducto de una tribu bárbara, guerrera por naturaleza, pagana, del norte de Europa. Se llamaba Prusia. secuestró al conjunto de la nación alemana y la condujo alegremente hacia dos guerras mundiales.
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