La Odisea, Don Quijote, Alicia en el país de las maravillas. Las profecías desparejas de Julio Verne y Star Trek. Baudolino de Eco; Luka y el fuego de la vida de Rusdhie; Contraluz de Pynchon. Es decir, el placer enorme de la aventura. En el álbum Travesías Memorables de la Literatura Fantástica debe incluirse, sin atisbo de duda, el segundo libro en soledad del inglés Neil Gaiman (Portchester 1960), que afortunadamente se acaba de reimprimir en español. ¡Qué suenen las trompetas! Después de veinte años, Neverwhere está de regreso en la Argentina, con una edición corregida de Roca editorial y un oportuno bonus track.
Cientos de reseñistas lo han establecido pero cada vez que se comenta uno de sus libros es menester repetirlo: la imaginación de Gaiman es prodigiosa. En esta ocasión ha explotado una de las quimeras más difundidas. Somos legión los que nos gusta creer que coexistimos con un mundo suprasensible, una realidad alterna, una universo paralelo que, de tanto en tanto, se inmiscuye entre nuestros asuntos cotidianos y, por lo general, no para bien. El libro nos lleva entonces al Londres de Abajo, allí donde las ratas conversan con humanos, rige un sistema de baronías y feudos, y moran los seres marginales, extravagantes y peligrosos (como en el Londres de arriba, bah).
El protagonista se llama Richard Mayhew, un oficinista común y silvestre, héroe a su pesar (es ésta también una novela de aprendizaje) pero sin superpoderes. Una noche de cristal que se hizo añicos, el joven malogra una cita con su novia por ayudar a una vagabunda herida. Al menos, eso era lo que parecía Lady Puerta, tendida boca abajo en la acera y envuelta en harapos, sucia y ensangrentada. El buen samaritano la lleva a su casa, la alimenta y cura. La oculta de una pareja de siniestros hampones que ofrecen recompensa por su pellejo. Richard se involucra así en una grave disputa del inframundo. El padre de Puerta y sus hermanos fueron asesinados y la chica desea venganza.
Los acontecimientos -como ocurre en la vida real- son unos cobardes: no suceden de uno en uno, tienden a encadenarse y a venírseles encima todos a la vez a Richard y Puerta mientras fatigan mercados ambulantes y estaciones de subterráneo de pesadilla en busca de respuestas, protegidos por la Cazadora, acaso la mejor guardaespaldas de ambos Londres, y por el Marqués de Carabás, un traficante de favores con un abrigo fabuloso. En la novela pasan muchas cosas, se derrama sangre, mueren personas buenas, aparecen tribus y especímenes tan fascinantes como letales. El tedio, vale decir, nunca asoma su feo rostro por la páginas de Gaiman.
LOS VILLANOS
Hay una unidad de medida para calibrar la calidad de la narrativa fantástica (y puede que también se aplique para el realismo): la capacidad del escritor para esculpir a un villano que atrape nuestra imaginación. Gaiman lo logra con creces. Es probable que los señores Croup y Vandemar sean los sicarios más horrorosos de la literatura moderna. Uno zorruno, el otro con algo de lobo acumularon fama por su pericia en el arte del tormento. Se les da bien dañar a la gente. El señor Croup es locuaz, le agrada cultivar la perífrasis. El señor Vandemar siempre está hambriento; se zampa ratas, palomas, cachorros, el animalito que encuentre.
Hay que destacar que la aclamada Neverwhere empezó siendo un guión para la BBC. Luego, evolucionó a novela, llena de virtudes y de acción, accesible para lectores de quince a, digamos, noventa y nueve años que mantengan intacto el gusto por el género fantástico. La prosa no es mala, incluso. Hay algunos giros elegantes e irónicos como los que sólo podemos encontrar en la buena literatura inglesa. Gaiman ha demostrado aquí lo mismo que en sus relatos breves que este blog ha recomendado (pinche aquí), en la novela gráfica Sandman y en el mundo del cómic: es un demiurgo con el talento suficiente para crear un planeta entero, con mitología y firme coherencia interna.
Cuesta creer que a Neverwhere no se la haya exprimido como saga, lo cual habla muy bien del artista que reconoce limitaciones y protege a sus criaturas de la voraz industria del entretenimiento. No obstante esa discreción, al final de la novela añade un cuento que permite esclarecer el misterio de la temible tribu de pastores: "De cómo el Marques recuperó su abrigo".
Y promete en el prólogo que "pronto llegará el momento de regresar para un viaje más largo" al Londres subterráneo y mágico, "donde van a parar los que caen por las grietas" (la historia es también inteligente e inquietante por sus implicaciones). Da a entender el literato que está pensando completar la historia de las Siete Hermanas, una de las cuales estuvo a punto de matar a Richard con un beso frío como las tetas de una bruja. Aquí esperamos ese libro con ansias.
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