domingo, 4 de julio de 2021

La otra mitad de Dios

 


Hace seis milenios, la humanidad sufrió la peor catástrofe de su existencia. Una invasión de pastores de la estepas, montados en caballos, destruyó en la Antigua Europa y el Asia Menor la civilización matrolineal, en la cual hombres y mujeres vivían juntos, libres y en paz, cultivando la tierra y las artes, sin propiedad privada ni dominio masculino sobre hijos y la esposa. Esa Arcadia, ese Edén -una gran etapa comunista- fue arrasada por varias oleadas de guerreros indoeuropeos que desarrollaron tres herramientas de conquista formidables: el arma, la religión y las escrituras (en especial las Sagradas Escrituras). La ciudad venció a la naturaleza. Nacía el patriarcado; moría el culto a la Gran Diosa. Yahvé y Zeus fueron consecuencias de aquella revolución dogmática.

Hasta aquí la tesis fundamental de La otra mitad de Dios (339 páginas) que Adriana Hidalgo Editorial acaba de traer a la Argentina desde la Italia más refinada. La ensayista Ginevra Bompiani (Milán, 1939) sitúa en el fin del Neolítico la fuente de todos los males de la historia occidental, en el corredor entre la civilización del derecho materno (ctónica, vegetariana, nocturna, mistérica) y el mundo olímpico, solar, soberano, del derecho paterno (¿capitalista?). El triunfante feminismo radical de los albores del siglo XXI encontrará en esta obra una mitología que lo justifique.

Hay que destacar que tan audaz interpretación viene servida en una bandeja de plata. El libro más reciente de la signora Bompiani es un alarde de erudición, buen gusto y cultura libresca. Deconstruye mitos, leyendas e historias del Antiguo Testamento, de la Grecia homérica y de la Alta Literatura. Examina la destrucción de Sodoma y Gomorra y el martirio de Ifigenia y de Antígona; nos habla de Kafka, Freud y Deleuze; nos regala un poema de Symborska y las estatuillas de Hacilar. Idealiza a la Creta anterior a la invasión de los aqueos (¡1.500 años sin guerras!). El análisis de la "palabra mistificadora" -la lengua de los políticos y los profetas inescrupulosos- es impecable e inspirador.

No obstante, la autora -destacada editora y catedrática de lengua inglesa en la Universidad de Siena- se toma su tiempo para plantear la idea esencial del texto; es decir, la nostalgia por la gilania prehistórica.  Recién en la página 191 se anuncia con trompetas:

 "La mistificación más antigua y más duradera, más tenaz y silenciosa es esa que hace miles de años sustituyó el mundo pacífico e igualitario de las sociedades matrifocales por el patriarcado, haciendo de las primeras la gran negación de la historia y de este último nuestra segunda naturaleza...".

Ante la Madre de Todas las Falsificaciones, doña Ginevra siente que tiene una misión: 

"...interrogar sobre el imaginario humano, qué lo nutre y lo mantiene, comprender si podríamos elegir una historia diferente que nos dejase libres. Y recorrer nuestras dos grandes memorias: la Biblia y el mito griego que, como dos ríos cársticos fluyen hacia el mar de nuestra mente...".

EL ODIO A OCCIDENTE

En una de sus mejores novelas, Saúl Bellow notaba que "los peores enemigos de Occidente resultaron ser sus intelectuales favoritos".

La sentencia le calza justo a La otra mitad de Dios. Es que este notable ensayo puede encuadrarse también en esa corriente entre demencial y pueril de insatisfacción -cuando no de odio- con la única civilización que ha logrado extender la esperanza y la calidad de vida de la especie humana, al reducir la pobreza que había heredado. La cultura occidental, además, es la única en haber generado una auténtica conciencia ecológica y en haber emancipado a las mujeres y a las minorías. No parece suficiente para algunos de sus hijos e hijas mejor acomodados que se empeñan en incurrir en el Mito del Buen Salvaje. Bompiani lo ha transformado en el Mito del Antiguo Salvaje.

Nada más inane en la crítica literaria que el psicologismo, pero la propia autora confiesa inesperadamente en la página 151 una de sus motivaciones más profundas. Dice que el padre le causaba terror: "...era una relación que no he logrado superar en ninguno de mis análisis". ¿De ahí el repudio tan intenso al Patriarcado?

No es la primera vez ni será la última que una decepción personal lleva a un pensador relevante a exigir el sacrificio de toda la civilización. No obstante, rebajar tan ingeniosa obra a mero ajuste de cuentas familiar sería una injusticia. Una persona seria y sabia meditando sobre la chifladura del mundo siempre debe ser escuchada con atención.

Solo resta agregar como dato anecdótico que Ginevra Bompiani es esposa del filósofo Giorgio Agamben (a quien menciona en varias oportunidades). Imagínese amable lector la belleza de los diálogos en este matrimonio.

Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

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