martes, 13 de agosto de 2013

Desperdicios

Eugene Marten

Fiordo. Novela, 91 páginas. Edición 2008


Zygmunt Bauman sostiene que uno de los rasgos decisivos de la modernidad líquida (esa confusión que fluye ante nuestros ojos) es la producción de desechos a niveles demenciales y con un ritmo de vértigo, incluso de vidas desechables. No sólo existen millones de desempleados -un ejército de mano de obra disponible- como en la era de la modernidad sólida, sino que hay millones de inempleables, una legión de parias (la llamada underclass) sin posibilidad alguna de insertarse en el mercado de trabajo. En este orden social -donde la inseguridad se encuentra a la orden del día- la basura prácticamente nunca se libra de sentido humano. Millones viven de ella, de lo que desechan los afortunados.

Sloper es uno de los perdedores. Está dentro del sistema aun, pero colgado con la punta de los dedos. Trabaja en una empresa de limpieza de grandes edificios, esa que recluta inmigrantes no calificados o a aquella escoria dispuesta a realizar los trabajos más arduos y repulsivos por un salario mínimo (o incluso menos, la explotación es la norma). El hombre es retrasado mental: “su vida es un silencio embarazoso”. Come lo que desperdician los demás. No sólo eso. Un día tropieza con un cadáver en el contenedor. ¡Es la chica del piso 24, siempre tan amable! Sloper la convierte en su amante. Sí, esta novela, de intensidad concentrada, nos ofrece no sólo un personaje inolvidable sino también escenas de necrofilia.

El norteamericano Eugene Martin (1959) ha deseado que su tercera novela muestre el revés de la trama. Lo que se esconde detrás de la brillante fachada de los rascacielos de vidrio y acero cromado. Soledad, desesperación, embrutecimiento, nostalgias. Se nos advierte sobre el final de la era sindical; quizás estemos ante un terrible cambio histórico. “El reflejo desmenuzado de la ciudad lucha por recomponerse, pero la corriente no se lo permite”, se lee en la página treinta y uno. Parece ser una metáfora.

La traducción de Martín Schifino revela que el autor no es un gran estilista, incluso algunos diálogos suenan desarticulados. Pero la novela nunca deja de conmover. Sloper, el retardado, atrapa nuestra imaginación, como el Benji de William Faulkner. Anote: Eugene Martin. La habilidad para inventar personajes que no se borren de la memoria delata al escritor de primera categoría. Pocos, muy pocos, tienen el don.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Qué libro tan horrible! Para eso leo la sección policiales del diario local, escrita con una prosa bien castiza.

Matías dijo...

Excelente libro. Lo terminé hace unos días y también me conmovió. Un autor para prestarle atención. Felicitaciones por el blog.

pd: un tontería el comentario de "anónimo".

Anónimo dijo...

Querida Matías:
Tontería es que uses la palabra "conmovió" para hablar de estas novelitas de mala muerte que encima leés en traducción. Qué pobre uso del español.
pd:¡Belcore también tiene sus chupamedias!

Guiasterion dijo...

¡Ojalá tuviera chupamedias! Ni mi familia aplaude lo que hago y mi hijo nunca se dignó siquiera a darle una mirada a este blog. Intente contratar a un obsecuente, pero por la miseria que ofrecía nadie quiso aceptar. Me dijeron que la mejor manera de disponer de un ejército de chupamedias es tener un taller literario. Fíjense en los blogs de los escritores de tercera categoría.

Un abrazo a todos

G.B.

Matías dijo...

Anónimo: insisto, sus comentarios son una tontería tras otra; no ofenda la inteligencia de quienes de verdad se interesan en la lectura.
Saludos.

Marcos Buchin dijo...

ja ja! en los pasillos está lo mejor de las fiestas