miércoles, 16 de enero de 2008

Diccionario de los lugares comunes

Por Gustave Flaubert­
Libros del Zorzal. 94 páginas­
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En el excelente prólogo, Alberto Ciria explica que esta joya surgió del asombro de Gustave Flaubert (1821-1880) ante las simplezas y tonterías que desgranaba una vieja amiga de la familia. El novelista se lanzó a registrar todos los estereotipos mentales de una época y una clase social pero, ­¡ay!, nunca concluyó la faena. Los fragmentos fueron rescatados por la industria editorial para deleite de la posteridad.
Flaubert pensó catalogar, pues, todo lo que es necesario decir en sociedad para convertirse en una persona respetable. Tómese la letra E, como ejemplo de ingenio fino y penetrante. Un buen burgués deber menospreciar a Epicuro y a la erudición, so pretexto de que corresponde a una mente estrecha. Protestará contra la filosof¡a inmoral del eclecticismo y se quejará de que las damas presencien las ejecuciones capitales. Llamará a las espinacas escobas del estómago y advertirá que el maltrato de la espalda puede provocar tuberculosis. Usará la palabra esfera para designar con toda castidad el seno femenino. Considerará que todos los jarrones antiguos son etruscos y difamará lo extranjero como prueba de patriotismo. ­¡Qué extraño!, debe emplearse a cada momento.
Se puede postular que El diccionario es el lamento exquisito de una sensibilidad artística ultrajada por una clase media que cree que lo que se hace más allá de la medianoche es inmoral y que los negocios son lo importante en la vida.
Por consiguiente, se trata de un texto actual. Siempre habrá peligro de que los lugares comunes sofoquen la inteligencia. Siempre estaremos rodeados -como notaba el creador de Madame Bovary- de filisteos que piensen con el vientre


Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento Cultural del diario La Prensa.

CALIFICACION: Bueno­

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